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Jue, Nov

La arrogancia de la vieja política

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Cecilia López Montaño

Cecilia López Montaño

Columna: Opinión

e-mail: cecilia@cecilialopez.com
La buena noticia de esta primera vuelta es sin duda el golpe que ojalá sea definitivo a esa clase política, arrogante, prepotente, egoísta, excluyente, corrupta y todo lo demás. El voto por el cambio es absolutamente contundente así se interprete de distinta manera por lo votantes de Petro y de Hernández.


La sociedad colombiana se había demorado en reaccionar frente a varios puntos. Primero, en que no tenía que seguir aceptando una forma de ejercer el poder por parte de sus protagonistas que demostraba con claridad sus inmensos pecados; sin embargo, esperó demasiado y en eso todos somos culpables. Segundo, también le tomó mucho tiempo reconocer el error de subestimar el valor del voto de opinión que fue el que definitivamente derrotó la vieja política.

Lo importante es que la Colombia que surgirá después de esta decisión realmente abra el espacio para un país mejor, justo y dedicado a resolver esos problemas históricos que nos acompañan por siglos: la desigualdad, la injusticia, la violencia y la indiferencia de esos sectores poderosos que se acostumbraron a vivir con las ventajas que obtienen de una sociedad llena de pobres.

Como ejemplo de esa arrogancia y peor aún de esa desconexión de caciques y gamonales de la realidad del país, es lo que le sucedió al partido conservador que terminó arrasándolo. Tenían dentro de sus precandidatos dos figuras reconocidas en Colombia, con experiencia en manejo de lo público, es decir tecnócratas de alto nivel como Mauricio Cárdenas y Juan Carlos Echeverry ambos exministros de Hacienda. Sin embargo, a la hora de la verdad se fueron por un político joven, politiquero representante de esa vieja política y muy lejos en términos de conocimiento y experiencia de los dos exministros. Es decir, el político tradicional quiso seguir reproduciendo su modelo político sin reflexionar dos segundos sobre las posibilidades reales de los precandidatos señalados.

A Juan Carlos lo pusieron a competir con los reyes de la compra de votos y pasó lo inevitable: tuvo que renunciar a sus posibilidades que realmente eran nulas por la forma como se estaba manejando la política. Y a Mauricio olímpicamente lo sacrificaron poniendo sin beneficio de inventario a David Barguil, de las entrañas del clientelismo costeño. Los resultados son evidentes. Hoy el conservatismo incluyendo al expresidente Pastrana, está en el pabellón de los quemados sin ninguna posibilidad por lo menos a la vista de recuperarse. Se quedaron en compañía de los otros partidos tradicionales en el baúl de los recuerdos. Que quede claro, si resucitan será culpa nuestra.

Ojalá el modelo que se definirá el 19 de junio sí sea el camino de un país mejor, pero para ser justos, lo que planten los candidatos y la decisión de los colombianos tienen el futuro de este país en sus manos. ¿Será que quienes se fueron de bruces a apoyar a aquel que ya designaron como ganador pensaron dos minutos en el país, en esa sociedad de millones de colombianos y no simplemente en sus intereses particulares? Recuerden es el país, su estabilidad como democracia y por ende el futuro de las nuevas generaciones lo que se está definiendo. Un voto analizado, pensado y por ende lleno de reflexiones es lo que se merece este país y nuestra gente.–