Leí en la portada de un diario de la ciudad de Medellín que “libertad es el poder de elegir, si emplear, emplearse o emprender; es poder soñar y trabajar por ese sueño, no depender del Estado ni nada distinto al esfuerzo. La libertad significa independencia, tener posibilidades y poder conectarse con gente brillante y vibrante para generar juntos progreso”.
Mientras tanto, en la Constitución de Colombia encontré que protege la libertad pues reza que toda persona es libre. Nadie puede ser molestado en su persona o familia y que la soberanía reside exclusivamente en el pueblo, del cual emana el poder público.
Además, en la declaración universal de los derechos humanos se estipula que todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros. Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado.
Adicionalmente, la Corte Constitucional de Colombia afirma que al igual que la dignidad humana y la igualdad, la libertad tiene una naturaleza polivalente en el ordenamiento jurídico colombiano, pues se trata de manera simultánea de un valor, un principio y, a su vez, muchos de sus ámbitos son reconocidos como derechos fundamentales en la Constitución.
En efecto, Cesare Beccaria afirma en su libro De los delitos y las penas que las leyes son las condiciones con que los hombres independientes y aislados se unieron en sociedad, cansados de vivir en un continuo estado de guerra y de gozar una libertad que les era inútil en la incertidumbre de conservarla. Sacrificaron por eso una parte de ella para gozar la restante en segura tranquilidad. El conjunto de todas estas porciones de libertad, sacrificadas al bien de cada uno, forma la soberanía de una nación, y el soberano es su administrador y legítimo depositario.
Asimismo, Bertrand Russel afirmó que la libertad es el camino del anarquista, pero una libertad que no tenga trabas para el sujeto: es la búsqueda de la libertad por el camino directo de la abolición de toda imposición de control de la comunidad sobre el individuo.
De manera similar, Montesquieu afirmó en su libro El espíritu de las Leyes que la libertad política de un ciudadano depende de la tranquilidad de espíritu que nace de la opinión que tiene cada uno de su seguridad. Y para que exista la libertad es necesario que el Gobierno sea tal que ningún ciudadano pueda temer nada del otro.
Ciertamente, Simón Bolívar y Santander se enfrentaron en una discusión debido a que el libertador le negó el derecho al voto a negros e índios. A la oposición de Santander por esta decisión, Bolívar le explica que no lo hace por ser negros o indios, lo hace por ser analfabetas. Le dice: -mi querido Santander, una analfabeta votando es más peligroso que nuestro enemigo fuertemente armado-.
Y por último, la libertad es un concepto clave en la filosofía. Se define, negativamente, como la ausencia de restricción; positivamente como el estado de quien hace lo que quiere. Por eso, Aristóteles siempre afirmó que es la capacidad para decidir libremente y de manera racional frente a una amplia gama de opciones previamente ofrecidas, incluso, la facultad de actuar según la decisión que haya tomado. Y, para Platón una persona es libre si sus deseos racionales dominan sobre sus deseos irracionales y determinan sus acciones.
En el sentido de que se acerca la elección de nuestro próximo presidente, los invito a leer un poco sobre lo que pasa hoy en Perú, Cuba, Chile, Nicaragua, Corea del Norte, Rusia y Venezuela cuando al votar no pensaron ni protegieron su libertad. También sobre el analfabetismo a la hora de votar porque les confieso, me preocupa mucho lo que se ha vuelto una peligrosa costumbre: recibir 50 mil pesos o un tamal para que le demos nuestro voto muchas veces a ese mismo político que nos carcome.
Para concluir, la libertad es también el poder que tenemos de elegir a nuestros gobernantes. Esos que por un lapso de tiempo estipulado claramente en la Constitución les entregamos nuestro destino o esa porción de libertad para que cuando se vayan nos dejen mejor de cómo nos encontraron, pero debemos estar muy seguros a quien se la vamos a entregar o depositar para que nos la administre: no sea que pretendan quedarse debido a que tienen un plan de gobierno que necesita más tiempo, que deben reformar la Constitución o que cuatro años no son nada ni les alcanza.