El contrato, un conjunto de promesas acordadas en una “reunión de las mentes”, es la manera tradicional de formalizar una relación.
Si bien los contratos se utilizan principalmente en las relaciones comerciales, también tiene uso en relaciones personales como los matrimonios. También son importantes en política, no solo por las teorías del “contrato social” sino también porque la ejecución de contratos se ha considerado tradicionalmente como una función básica de los gobiernos capitalistas.
Sin embargo, la revolución digital está cambiando radicalmente los tipos de relaciones. ¿Qué partes de nuestra tradición legal seguirán siendo valiosas en la era del ciberespacio? ¿Cuál es la mejor manera de aplicar estos principios del derecho al diseño de nuestras relaciones en línea?
Nuevas instituciones y nuevas maneras de formalizar las relaciones que conforman estas instituciones ahora son posibles gracias a la revolución digital. Llamo a estos nuevos contratos “inteligentes” porque son mucho más funcionales que sus ancestros inanimados de papel. Esto no implica el uso de “inteligencia artificial”. Un contrato inteligente es un conjunto de promesas, especificadas en forma digital, incluidos los protocolos dentro de los cuales las partes cumplen las otras promesas.
En nuestra sociedad digital e interconectada, aún tenemos sistemas de administración de justicia basados en tecnologías de hace varios siglos. En un mundo en que las transacciones ocurren en tiempo real y costos muy bajos, los sistemas de justicia son lentos y costosos.
En este contexto, los smart contracts (contratos inteligentes) permiten reducir significativamente los costos y tiempos de ejecución en la administración de justicia.
Si ocurre un determinado hecho el smart contract va a disponer lo que sea que esté previsto en el acuerdo, sin necesidad de acudir a los tribunales. El mismo contrato actúa como juez y ejecutor.
La eficacia de un contrato inteligente va a depender de que sea posible programar en código de computadora lo que los abogados programan en lenguaje legal.
En el futuro cuando se escriba un contrato en lenguaje natural y haya una traducción exacta a código de computadora. Esa herramienta permitiría expandir el uso de smart contracts.
Los contratos inteligentes no son contratos legales. En muchos casos, no puede ser un buen remplazo de los contratos tradicionales. Sin embargo, son una nueva herramienta nos permiten hacer promesas incluso con extraños sin la necesidad de ejecución del gobierno, algo que por muchos siglos se consideró imposible.
Se trae a manera de ejemplo un contrato que se hubiese firmado sobre papel, el vendedor podría haberse arrepentido y negarse a la ejecución. Desde ya el comprador podría recurrir a la justicia para hacer valer su derecho. El resultado era incierto. Con un buen abogado, el vendedor podía obtener un resultado favorable a través de la manipulación del poder judicial.
Los smart contracts prometen quebrar esta injusticia, a través de una ley absolutamente transparente e irreversible en su ejecución. Los contratos inteligentes son el software que desintermedia el poder judicial.
En las próximas décadas, los contratos inteligentes van a dar a personas de todo el mundo el poder de hacer acuerdos unas con otras a pesar de instituciones corruptas y rotas, y transformar millones de vidas.
“Solemos olvidar que el progreso tecnológico también existe en los contratos. La gente descubre nuevas formas de hacer acuerdos, y con el tiempo obtenemos beneficios considerables de este tipo de progreso tecnológico”. Como señaló el economista Gordon Tullock (1970).