Las reacciones del gobierno y de su partido ante la muerte de 8 niños en el operativo militar en San Vicente del Caguán, confirman que el Centro Democrático es realmente una secta.
La explicación que todos sus militantes han dado públicamente desde el presidente Duque, los mandos militares y sus seguidores, es exactamente igual, como si hubiesen sido perfectamente adoctrinados. Afirman que la muerte de estos menores es culpa de los bandidos disidentes de la FARC e insisten en retomar el nombre de la guerrilla con la cual el gobierno Santos firmó un acuerdo de paz. El primer elemento para destacar es que para ellos las Farc siguen existiendo, y no reconocen ni el Acuerdo ni a los desmovilizados, entre ellos a los que actualmente son miembros del Congreso de la República.Las reacciones del gobierno y de su partido ante la muerte de 8 niños en el operativo militar en San Vicente del Caguán, confirman que el Centro Democrático es realmente una secta. La explicación que todos sus militantes han dado públicamente desde el presidente Duque, los mandos militares y sus seguidores, es exactamente igual, como si hubiesen sido perfectamente adoctrinados. Afirman que la muerte de estos menores es culpa de los bandidos disidentes de la FARC e insisten en retomar el nombre de la guerrilla con la cual el gobierno Santos firmó un acuerdo de paz. El primer elemento para destacar es que para ellos las Farc siguen existiendo, y no reconocen ni el Acuerdo ni a los desmovilizados, entre ellos a los que actualmente son miembros del Congreso de la República.El segundo elemento es la absurda explicación que el país viene escuchando como un libreto del gobierno y sus seguidores: no importa que estos menores que perdieron la vida en el bombardeo del ejército fueron reclutados a la fuerza por los ex guerrilleros porque el hecho de portar armas los convierte en guerrilla. Es decir, estos 8 menores no se pueden considerar víctimas sino claros objetivos militares. Se descarta con una frescura que duele el hecho real de que las Fuerzas Armadas de Colombia mataron a unas víctimas menores de edad. El tercer elemento consiste en afirmar sin sonrojarse que los militares no sabían que había niños en el campamento cuando se armó la operación para acabar con la vida de Gildardo el Cucho. Vergüenza debería sentir el mismo comandante del Ejército que también salió con esta justificación porque esto demuestra una falla profunda de la inteligencia militar. Y como si lo anterior fuera poco, el gobierno y sus seguidores no se han dignado explicar por qué guardaron tan bien este secreto durante meses y solo se vino a conocer en el debate de esta semana en el Congreso, planteado por el senador Roy Barreras varios meses después. La verdad es que los militares colombianos con la bendición del gobierno y del presidente Duque quien como siempre se precipitó al calificar de impecable esta operación, asesinaron a unas víctimas, además menores de edad que habían sido reclutados por los disidentes de las Farc. Esa es la verdad y por ello no es suficiente la salida a la fuerza del ministro de defensa a quien para completar el presidente Duque se atrevió a calificar como un ejemplo de vida para el país. Háganme el favor. El costo de todo este doloroso episodio, desde el asesinato de víctimas hasta las absurdas explicaciones que se han dado, ha generado la peor crisis de gobernabilidad del gobierno del Presidente Duque. Si él, su partido y su gran jefe —hoy también de capa caída— no aceptan esta realidad y buscan reparar el daño redireccionando la estrategia de seguridad del gobierno, el futuro será muy complicado para el país y sus millones de habitantes.