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Jue, Nov

Prepárese para el guayabo electoral

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Cecilia López Montaño

Cecilia López Montaño

Columna: Opinión

e-mail: cecilia@cecilialopez.com
Los economistas hemos demostrado nuestra incapacidad histórica para hacer proyecciones y nuestra habilidad para el análisis del pasado. Reconociendo esta limitación, me atrevo a pronosticar lo que sucederá el lunes después de las elecciones de mandatarios regionales el próximo 27 de octubre.
Después de haber tenido la esperanza de que una vez firmado el Acuerdo de Paz con las FARC, el país entraría en una etapa de tranquilidad para realizar la reforma política que es imperativa, lo que se ha visto en esta campaña es realmente desmoralizador.Los economistas hemos demostrado nuestra incapacidad histórica para hacer proyecciones y nuestra habilidad para el análisis del pasado. Reconociendo esta limitación, me atrevo a pronosticar lo que sucederá el lunes después de las elecciones de mandatarios regionales el próximo 27 de octubre. Después de haber tenido la esperanza de que una vez firmado el Acuerdo de Paz con las FARC, el país entraría en una etapa de tranquilidad para realizar la reforma política que es imperativa, lo que se ha visto en esta campaña es realmente desmoralizador.Lo primero y más grave es la desaparición real de esos partidos políticos que toda democracia por precaria que sea necesita, para tener la esencia fundamental que garantice su existencia. Parecía imposible que una candidatura a cualquiera de estas posiciones de liderazgo en las regiones fuera apoyada por los jefes de los partidos con ideologías absolutamente opuestas. Ahora resultaron íntimos, personajes como Álvaro Uribe Vélez y César Gaviria, para solo poner un ejemplo, cuando representaron posturas absolutamente opuestas hasta hace muy poco. El Liberalismo en cabeza de Gaviria le hizo una oposición férrea al segundo gobierno de Álvaro Uribe Vélez, pero ahora sonríen los dos con caras de buenos amigos al lado de los candidatos a las posiciones del departamento del Atlántico. Como estas escenas se han repetido a lo largo y ancho del país es fundamental analizarlas.Su interpretación es evidente: lo único que le importa a estos cascarones de partidos dirigidos por estos personajes son los puestos y los contratos en cada uno de los departamentos y municipios de esta pobre Colombia. No puede ser entonces más evidente que los niveles de corrupción política que se verán en los próximos cuatro años serán aún más graves a los ya casi insoportables que se han registrado en estos últimos tiempos. La consecuencia es que la gente, esos que votan en estas elecciones, sus necesidades y sus prioridades nacieron muertas, y solo se beneficiarán aquellos que se sometan a estas administraciones que se avecinan.Pocas ciudades y departamentos serán la excepción, pero las regiones más pobres, con más necesidades son las más capturadas por estos y otros vicios como la existencia de candidatos cuestionados, la trashumancia electoral, la compra de votos etc.. Si Barranquilla, una de las ciudades más importantes del país, está hoy en el centro del debate sobre la decadencia a que puede llegar el liderazgo de sus líderes políticos, y ciudades como Popayán tienen alcaldes suspendidos por ignorar reglas mínimas de transparencia electoral, además de candidatos claramente corruptos, que esperanza queda de que en estas elecciones lleguen los mejores.  La verdad es que en muchos lugares seguirán gobernando los clanes familiares, poderosos desde hace muchos años: la región Caribe bajo el poder de los Char, de los Gerlein, de los García, de los Génecco. La región pacífica bajo los lineamientos de Dilian Francisca Toro, Santander con los Aguilar, y así sucesivamente. Y mientras tanto, amplísimos sectores de población se han resignado o acomodado a esta peligrosa y funesta forma que ha tomado el ejercicio de la política en Colombia.  Hay una sensación de impotencia que impide que fuerzas nuevas entren a competir porque no tienen los caudales de dinero para enfrentarse a quienes manipulan a los electores, muchos de ellos sin educación política. Esa pobreza que perdura en muchas zonas del país y esa necesidad de sobrevivir son un freno para acabar con la política como negocio. Lo grave es que también el empresariado encontró en la financiación de campañas la manera más eficiente de hacerse a los grandes y jugosos contratos que promueve y realiza el Estado. Mientras tanto las denuncias quedan en nada. ¿Dónde está Aída Merlano que se burló de la justicia colombiana? ¿Cuándo van a llamar a juicio a los grandes capos de la política del Atlántico que siguen ejerciendo sus prácticas corruptas sin que les pase nada? Sobran entonces las razones para que el lunes 28 de octubre millones de colombianos amanezcamos con uno de los peores guayabos políticos que hemos tenido; preparémonos.