La última encuesta realizada en varias ciudades del país arroja un crecimiento impresionante en los niveles de rechazo a los migrantes venezolanos por parte de los ciudadanos colombianos.
Explicaciones sobre esta situación las hay y muchas. Primero, aunque las condiciones de Colombia en este momento no son las mejores de los últimos tiempos, obviamente están de todas maneras a años luz de la tragedia venezolana. Segundo, el problema que más afecta al común de los ciudadanos es el desempleo, y esta situación se enfrenta al abuso de los empleadores que se están beneficiando de la precariedad de los migrantes del vecino país para pagarles la mitad de lo que deberían. Esta competencia desleal, no por culpa realmente de los migrantes sino como resultado de los avivatos empresarios, enfurece a quienes ven reducidas sus posibilidades de generar ingresos.
Al mismo tiempo debe reconocerse que la presión sobre los sistemas de salud principalmente y educativo es muy fuerte porque, por fortuna, el gobierno ha dado respuestas a nuestros vecinos frente a estas necesidades básicas. Los sistemas de atención, especialmente en partos y enfermedades de menores, que ya mostraban situaciones de mala atención, hoy deben estar registrando mayores retardos por el incremento de demanda, en su mayoría provenientes de mujeres y niños venezolanos.
Las calles están colmadas de gente, familias del vecino país llenas de menores de edad, pidiendo limosnas. Recuerda su situación a aquella etapa del Corralito en Argentina, donde familias de gente bien vestidas, suplicaban apoyos a los transeúntes. También, la música venezolana interpretada por sus músicos sin opciones, solicitan ayuda en los parques, alrededor de los centros comerciales y en todas aquellas áreas de alto tránsito peatonal.
Si estuviéramos creciendo al 4,5% al año, y con desempleo de un dígito, con esquemas de salud más eficientes y mejor financiados, probablemente no se estaría sintiendo el rechazo actual hacia esta inmigración. Pero como esta no es la realidad, en vez de discursos guerreristas contra el régimen de Maduro, lo que se requiere es buscar apoyo de la comunidad internacional para poder responder a las nuevas demandas sin tener que frenar las oportunidades de los colombianos. Ya el argumento de que “en nuestros momentos de guerra Venezuela acogió a millones de colombianos y a muchos les dio grandes oportunidades”, parece un tema agotado ante la realidad que muchos nacionales enfrentan.
¿Será que la solución para encontrar mayor apoyo internacional es convertirse en el pilar para la reelección del secretario de la OEA que ni siquiera su país, Uruguay, apoya? Lo que sí le debe quedar claro tanto al Estado colombiano como a los ciudadanos de nuestro país, es que a este nivel de violencia actual que sufrimos, no es posible agregarle la que se puede derivar de la xenofobia contra nuestros vecinos venezolanos.