En esta semana se debatirá en el Congreso de la República la moción de censura contra el Ministro de Defensa, Guillermo Botero.
La historia muestra que ninguna moción de esta naturaleza ha funcionado, entre otras porque cuando ya se ve la posibilidad de que se convierta en realidad, el ministro cuestionado renuncia, como sucedió en su momento con Néstor Humberto Martínez Neira cuando era ministro de Justicia en la década de los 90.
Pero actualmente, independientemente de lo que suceda al final en el Congreso de la República, la situación del encargado de esta cartera es muy delicada. A pesar de sus palabras hoy en los medios de comunicación afirmando que su gestión “ha sido impecable”, la verdad es que Botero es el ministro con el menor prestigio del gabinete actual.
Las acusaciones son muy graves. Es un personaje que cree que está liderando este ministerio en los momentos de la Seguridad Democrática, cuando Álvaro Uribe era presidente de la República y cuando en pleno conflicto armado se dieron los falsos positivos, la gran vergüenza nacional. No ha logrado entender Botero varias cosas. Primero que su jefe es el presidente Duque y no el expresidente Uribe Vélez.
Segundo, que se firmó un Acuerdo de Paz y que el país, sin lograr entrar de lleno al posconflicto, sí rechaza abiertamente la inaceptable forma de utilizar el llamado “body counting”, el conteo de cuerpos de enemigos asesinados, como estímulo a los miembros de la Fuerza Pública. Tercero, que él personalmente ha cometido unos errores imperdonables, como ocultar lo que fue abiertamente un asesinato en el caso del desmovilizado de la guerrilla de las FARC, Dimar Torres.
Pero además le están sacando muchos trapitos al sol, como sus incompatibilidades en el tema de las empresas de seguridad. La columna de María Jimena Duzán en Semana es demoledora y por lo menos Botero debería darle explicaciones al país. De no hacerlo quedaría inhabilitado para ejercer el Ministerio, que precisamente tiene a cargo la vigilancia de su propia empresa.
En momento donde existe este nivel de insatisfacción con el gobierno Duque, mal haría el presidente en seguir manteniendo a Botero en esa cartera. Nadie en un cargo público está exento de cometer errores, pero es necesario hacer varias precisiones. Una de ellas es que hay errores de errores y uno imperdonable es justificar un asesinato o disfrazarlo. No se sabe qué es peor. Pero además, no tener la capacidad de reconocer lo mal que lo ha hecho afirmando que su labor no tiene tacha, demuestra que no cumple con un requisito mínimo para ejercer un cargo público: tener el valor de aceptar que se equivocó en materia grave.
Después de todo lo que ha pasado últimamente, cuando es evidente que el presidente Duque tiene que retomar una nueva ruta para su gobierno de manera que genere la confianza necesaria en el país, no se puede mantener a un ministro que lejos de aportarle a la gobernabilidad y sobre todo a la credibilidad de su mandato, genera tanto ruido justificado, en temas relacionados con una de las carteras más complejas de su gabinete. Así la moción de censura no progrese porque el expresidente Uribe pondrá toda su batería para defender a su pupilo, la verdad es que el ministro Botero no tiene la credibilidad para seguir en ese despacho. Definitivamente es un ministro que no ha logrado entender las repercusiones que tienen sus actos en una sociedad que no quiere que se repitan episodios vergonzosos de violación de derechos humanos, y que aspira a que estos hechos se queden como parte de un pasado abyecto y no de un presente perfectamente opuesto.