Los paradigmas sobre los recursos naturales se han movido en el tiempo del extremo en que eran infinitos e inagotables al de la certeza actual de todo lo contrario.
La desigualdad de las economías globales y la necesidad de brindar progreso y bienestar generan tensión entre las metas socio-económicas y la agenda verde. Se hacen esfuerzos para lograr un equilibrio en el que el desarrollo sea compatible con la protección del medio ambiente, o dicho de otra forma, desarrollo sostenible.
El pensamiento prevalente y que informa las políticas públicas es el de una economía lineal; es decir, lo que se produce en la cadena productiva al final de su vida útil pasa a ser basura. Bajo este pensamiento, la humanidad está ahogándose en desechos. Como reacción a este fenómeno, se está dando un giro dramático y hoy se quiere llegar a una economía circular; es decir, los productos al final de su vida útil son reutilizados.
Actualmente en Holanda se construyen carreteras con desechos plásticos. Pero la aplicación de este paradigma es mucho más amplio y se está extendiendo a áreas tan disimiles como vestuario y mobiliario, entre otras. Muchas de las tiendas de Starbucks en los Estados Unidos utilizan material reciclado, y McDonalds hace otro tanto. Hoy se está produciendo plástico biodegradable y reciclable. El plástico que se producía y todavía se produce fue pensado bajo el paradigma lineal, y por esto demora miles de años en degradarse con las externalidades negativas conocidas por todos. En el condado de Orange en California, las aguas negras son potabilizadas y es tan buena, que la calidad es mejor que la que se consigue al comprar agua embotellada en un supermercado. Orange invirtió inicialmente sesenta millones de dólares en la planta, la cual fue posteriormente ampliada a un costo cercano a los ciento treinta millones de dólares.
Esta larga introducción, tiene como propósito contextualizar el tema estratégico del agua. No solo para Santa Marta sino para Colombia. Hoy por hoy el agua es el activo más estratégico para cualquier país.
Las posibles soluciones conocidas al tema del agua en Santa Marta están enmarcadas dentro del paradigma de la economía lineal, lo cual es una inmensa equivocación. Colombia debe comenzar a adoptar rápidamente un enfoque de economía circular en todas las áreas, y con respecto al agua, las ciudades colombianas, sobre todo las más pobladas, deben reciclarla y potabilizarla. Hay un efecto dominó en el que lo que sucede en Bogotá impacta a las comunidades rio Magdalena abajo hasta Boca de Cenizas.
Si Bogotá reciclara el agua, probablemente tendríamos un rio Magdalena mucho menos contaminado. Se haría un uso óptimo y más eficiente del agua y esto haría mucho más viable una solución de agua para las poblaciones rio abajo. Congruente con esta línea de pensamiento, también Santa Marta debe reciclar el agua. De hecho este debe ser el eje central sobre el cual se diseñe la solución final. Si no se hace, la solución será groseramente insuficiente e incompleta, con el agravante de que lo que se creyó sería una solución a largo plazo, termina siéndolo solo en términos de costos. Hacen falta estudios para la solución final, pero parece ser que hay consenso sobre cuál es la solución en el corto y mediano plazo. La planta desalinizadora, aunque es una opción, no es la mejor y tiene costos altísimos. La propuesta-solución de Martínez es apresurada, improvisada e irresponsable en todo sentido. Así no se hacen las cosas.
Se ha hablado mucho de una solución regional, y tal vez esto tiene sentido para optimizar costos. La planta del condado de Orange provee agua a un poco más de tres millones de personas. Todo el Magdalena tiene una población inferior a los dos millones de habitantes. Es el mismo esfuerzo reciclar y potabilizar, y quizás menor, el agua servida de Santa Marta, que el agua del rio Magdalena.
Los efectos del calentamiento global permiten inferir que en un par de décadas la escasez de agua será un problema grave a nivel mundial, y Colombia debe prepararse para este escenario. Espero que las ideas aquí esbozadas lleguen a los oídos de quienes tienen la responsabilidad de decidir el futuro del agua en Santa Marta.