El gobierno de la democracia fue pensado y enriquecido por los griegos. Es el mandato de la razón, el consenso y de cómo manejar las diferencias entre la ciudadanía.
La ciudad de Atenas fue la cuna y templo de las ideas democráticas en la antigüedad griega en el Siglo de Oro en el que la filosofía, el arte dramático, la escultura, el comercio y el desarrollo material alcanzaron su esplendor. Todo fruto del ingenio ateniense.
Así se abrió camino la democracia, como el gobierno de la razón en la que la deliberación pública se construye en autogobierno de la Ciudad-Estado.
En este siglo de la primera gran Ilustración Occidental brilla con luz propia la figura de Pericles. El firmamento de Occidente sigue iluminado por su figura colosal que, embellecida por una fina retórica, describe el historiador Tucídides y que, es una alabanza a la democracia, como forma de gobierno de hombres libres en condiciones de libertad. Esa fina pluma de la que Hegel, en sus Lecciones sobre la Filosofía de la Historia Universal, dice:
“(…), nos pinta el más hermoso cuadro de una institución, donde los ciudadanos están educados y tienen ante los ojos el interés de la patria, donde la individualidad es culta y posee una conciencia desarrollada de los negocios públicos y los intereses generales”.
Es que el genio de Pericles embelleció la democracia, y la hizo desear como el modelo de la participación del ingenio humano ateniense en el autogobierno de los asuntos de la Ciudad–Estado de Atenas.
Es que la democracia es el autogobierno de la razón de una comunidad política en la deliberación pública. Esto suele ser olvidado por las mentalidades autoritarias que, apoyadas en modelos desde afuera de una comunidad política, la gobiernan privándoles del derecho humano del autogobierno.
La democracia es autonomía. Es el derecho de todos los ciudadanos de una comunidad política vinculada en intereses propios de autogobernarse y no que lo gobiernen desde afuera. Y, como quiera que la democracia hoy es representativa, cada comunidad política necesita de sus parlamentos autonómicos para autogobernarse, tener competencias para la expedición de sus leyes.
Con mucha claridad lo manifestó Pericles en su Discurso Fúnebre al decir: “Tenemos un régimen político que no envidia las leyes de nuestros vecinos, pues más bien somos ejemplo para alguno que imitadores de los demás. Se da el nombre de democracia porque sirve a los intereses de la mayoría y no de unos pocos, pero según las leyes en los litigios privados todos tienen los mismos derechos”.
Agregó: “Nos conducimos con libertad tanto en los asuntos públicos como en los recelos mutuos que surgen del trato diario, y no le tomamos a mal al vecino que obre a su gusto, ni le causamos molestias no sancionadas por la ley, pero penosas de contemplar”.
En fin, siempre es bueno reflexionar con Pericles, que la democracia es autonomía para el autogobierno de los asuntos propios de una comunidad política.
En Colombia, el centralismo político ha privado de libertad política a las regiones para autogobernarse. Estos territorios son una realidad, y la democracia para ser real y no una caricatura requiere de un nuevo modelo constitucional regionalizado.
Permitir la regionalización y promoverla es un deber de un gobierno democrático. Releer a Pericles está al orden del día.