Me he preguntado siempre que hubiera sido del progreso de la humanidad si los hombres no hubiésemos discriminado tanto a las mujeres. También lo he hecho con relación al machismo que pulula en nuestra raza.
Estas preguntas afloran más cuando en pleno siglo XXI aún encontramos sitios privilegiados para hombres donde prácticamente las mujeres no podrán hacer parte o cuando son asesinadas o quemadas con ácido por celos.
Las respuestas las busco leyendo e investigando hasta el cansancio pero se pierde el hilo conductor en la antigüedad.
Por ejemplo, pienso que desde la creación del mundo por sus diferentes dioses ha habido un marcado machismo. Primero porque todos los dioses y mesías que ha habido son masculinos y segundo porque en todas estas religiones son poderosos que a simple vista se ensañaron contra la mujer: La menstruación, el embarazo, el parto, la lactancia, la crianza de niños, la menopausia.
Un mundo lleno de venganza, agresión, corrupción y muchos otros males contra ellas tuvieron que ser obra de un dios machista que pone la mujer al disfrute del hombre con labores esenciales como solo parir.
Así las cosas, desde la antigüedad con influencia de los dioses de romanos y griegos la mujer ha nacido desprovista de las cualidades físicas, intelectuales, morales y biológicas que no le ha permitido ejercer labores sólo destinadas para los hombres.
En la modernidad aunque el hombre le empezó a reconocer ciudadanía no era reconocida como propietaria; sus bienes y tierras solo podían pertenecer a padres, hermanos, tíos y esposos, tampoco tenía acceso igualitario a derechos políticos, económicos ni sociales.
Aunque ser ciudadana le debió abrir las puertas a su liberación, la cultura se las cerró dejándola en manos de dioses y hombres en un reino patriarcal y machista que la destinó al hogar, al cuidado de los hijos y del marido.
A raíz de que la cultura las enclaustró en las labores del hogar y que se vieron evocadas a encargarse de las tradiciones, la discriminación aparece con tres grandes niveles: el primero, la exclusión política pues no tenían derecho a elegir ni ser elegidas. La segunda, la subordinación económica con la que nunca eran reconocidas como individuos con responsabilidades económicas, sociales y políticas. Y por último, el control de la intimidad que tiene que ver su obediencia y sumisión a una autoridad masculina.
Y, por último, se enfrenta la mujer en esta sociedad con la violencia de género siempre acompañada de agresiones de toda clase, pero la más significativa es su asesinato y violencia en las relaciones interpersonales e íntimas como que son obligadas en muchos países a contraer matrimonio siendo menores de edad, no se les permite estudiar y el desajuste salarial entre mujeres y hombres cuando desempeñan la misma tarea.
¿Porque no podrá haber una mujer Papa, sacerdote, presidente de Colombia, dirigente de la FIFA, de la ONU? ¿Porque los grandes puestos de instituciones están destinados eternamente para hombres?
Para que la mujer pueda llegar a tener la libertad y ser desprovista de sufrimientos, violaciones, asesinatos y humillaciones, se debería barajar y empezar de nuevo con relación a los dioses de invención de los machos de la raza humana o declararse atea para liberarse de todas esas imposiciones religiosas, machistas y patriarcales y poder tener un diálogo más directo con su corazón, instinto e intuición y así buscar que es lo mejor para ella y que es lo que más le conviene.
La mujer no es el complemento del hombre, ambos van por el mismo camino que sería más fácil si dejamos el machismo y nos abrimos a progresar juntos sin violarlas, humillarlas, maltratarlas y asesinarlas.
Entonces, para concluir, la mujer seguirá luchando contra las religiones del mundo, contra dioses y contra su más encopetado, egoísta y machista contendor: el macho de la raza humana.