Uno se pregunta qué va a pasar en Venezuela con esos militares encapotados que aún siguen apoyando a la tiranía después de lo desastroso de las reiteradas violaciones de los derechos humanos.
Recientemente, la foto de una tractomula en la frontera incinerada con medicinas y comida, no solo le dio la vuelta al mundo por su crueldad sino que marcó el inicio para denunciarlos ante los entes internacionales encargados de juzgar delitos atroces de lesa humanidad.
Ahora bien, Venezuela hoy es un desastre. Nadie duerme, nadie trabaja, se come a medias y el tiempo solo alcanza para tratar de dormir luego que se presentara un apagón prácticamente en todo el país.
Así las cosas, por motivos históricos y geográficos, siendo uno de los países con la inflación más alta del mundo, pero con una cantidad esencial de crudo, las potencias mundiales empiezan a mostrarse los dientes para ver quién se queda con estas riquezas, los venezolanos están obligados a unirse y por sus propios medios sacudirse de este gobierno nefasto y así evitarle al mundo la tercera guerra mundial.
No obstante, desde el corazón de Caracas hasta las más lejanas provincias pegadas a las fronteras con Brasil y Colombia se siente un clamor de cambio de sus habitantes cansados del hambre, de ver a sus seres queridos enfermos sin poder hacer nada y querer trabajar para llevar el sustento diario pero no tener en que.
Afortunadamente, en medio de marchas ensordecedoras surge una esperanza distinta: el joven presidente de la Asamblea Nacional Juan Guaidó se proclama como presidente encargado del país basado en el artículo 233 de la Constitución que con una popularidad inmensa se cansó de ser un árbitro más de la situación dando esperanza a un pueblo cansado de marchar y de enfrentar a los militares pero sin que hayan cambios significativos pues se vuelve un enfrentamiento de tigre con burro amarrado al estar los oficialistas armados hasta los dientes y la población civil desarmada.
Mientras tanto, por primera vez en la historia de Venezuela los militares están obligados a desobedecer a Nicolás Maduro para que la democracia vuelva sin que nos enfrasquemos en una guerra infernal. Y, luego, los nombres de los que permitan el cambio podrían quedar en la historia del país. Y, siempre que no hayan cometido delitos atroces de lesa humanidad podrían pasar a feliz retiro como artífices de haber evitado la guerra. Los Generales deben asumir la responsabilidad política de llevar el proceso de cambio hasta las últimas consecuencias.
Uno igual se pregunta qué fue lo que motivó al pueblo venezolano a tomar la decisión después de Chávez a permitir la llegada de Nicolás Maduro a la presidencia pues por esa época ya se sabía que su experiencia era como chofer de bus y además, la sospecha de ser colombiano eran cualidades que le impedían tomar las riendas de la nación.
De manera que no haber permitido la entrada de comida y medicinas enviada por diversos países para un pueblo que muere de hambre y no tiene medicinas puede ser el principio del fin de la presidencia de Nicolás Maduro, de Diosdado y sus encopetados militares pero con el agravante que ya no podrán hacerse los de la vista gorda o a un lado permitiendo elecciones libres, pues ahora tendrán que defenderse ante tribunales penales internacionales por delitos atroces de lesa humanidad.
Finalmente, los pueblos venezolano y colombiano son hermanos gemelos, no pueden enfrentarse en una guerra pues los hermanos se ayudan y luchan juntos. No podrá un tirano hacernos pelear más cuando no tenemos motivos. Podemos enojarnos de vez en cuando como los hermanos pero jamás a la guerra.
Para concluir e igual, para evitar la guerra en la región, la paz está hoy en las manos de los militares que por excelencia son los que hacen la guerra. Solo falta un poco de sensatez.