“Si dejaste un buen recuerdo es probable que te recuerden. Y que el día en que te toque partir, en el club decidan hacerte un homenaje. Con un minuto de silencio por ejemplo. Y si te quisieron mucho… hasta es posible que todo el equipo salga con camisetas que digan tu nombre y tengan tu numero en la espalda. Pero solo si dejaste un recuerdo imborrable podrá ocurrir que a los siete minutos del primer tiempo los jugadores tiren la pelota afuera se bajen las medias como Matheu o como Noir… para lucir como lucias vos.
Y se pongan a aplaudir como Cvitanich junto con todo el estadio. Para que pase eso tenés que haber sido René Houseman. El siete. El loco. El hueso. El campeón del 73. El campeón del mundo. Un wing como ya no quedan. Si cuando te toque partir sucede eso significa que fuiste muy, pero muy grande. Hasta siempre loco.
Hasta siempre René.” No sé quién es, pero Lindas palabras para René.Los que me conocen saben que no soy el más ilustrado con relación al fútbol. Sin embargo, fue inevitable conectarme con este mensaje –pensado y relatado por el escritor argentino Eduardo Sacheri¬– que encontré en Facebook. Lo que me enganchó no está relacionado con el deporte, sino con el rastro que dejamos en nuestro paso por este mundo. Justo ayer estaba recordando que pronto cumpliré treinta y tres años y que Jesucristo a esa edad ya había generado una revolución tan memorable, que dividió la historia en dos; antes y después de él.
Puede sonar un poco pretenciosa esta comparación, pero más allá de eso, esto sí que puede desencadenar algún tipo de crisis emocional en alguien.Dejar un gran recuerdo imborrable puede ser entendido por algunos como fama. Y qué fácil es hacerse famoso hoy en día. Las redes sociales y el internet, nos han dado una mega conexión con el mundo que puede ser utilizada para nuestro beneficio o agravio. La guerra por la fama es titánica y se vale de todo. Las personas están dispuestas a generar cualquier tipo de contenido con tal de obtener likes, views o followers. Incluso, ellos mismos llegan a causarse daño físico.
Lo paradójico es que una vez que logran su objetivo, exponiendo su vida en todos los niveles posibles, se quejan cuando las cosas se salen de control. Por ahí dicen que somos libres de nuestros actos, pero no de sus consecuencias.Nuestro propósito de vida podría ser otro de los aspectos a tratar cuando hablamos de llegar a convertirnos en alguien memorable. Este propósito lo interpreto como una especie de fuerza interior, la razón por la que vinimos al mundo y el motor que no permite que desfallezcamos en el trasegar de nuestras vidas. Lo que no me queda claro, es que tan complejo debe ser este. La inquietud me surge debido a que existen personas que se obsesionan tanto con encontrar su propósito de vida, que lo convierten en un despropósito. Entonces, deja de ser un motivador, para convertirse en un lastre.Para algunos puede sonar atractivo lograrse inmortalizar en la memoria de la humanidad, pero en lo que a mí respecta y si debo elegir entre las opciones expuestas, prefiero seguir siendo el mismo N.N.
Me atrevo a decir que el hecho de causar recordación se convirtió en un infortunio, cuando dejamos de verlo como un resultado para convertirlo en un objetivo. Una vez es nuestro objetivo, lo llevamos a ser un foco de ansiedad y en consecuencia, nos llenamos de amargura e infelicidad. La filosofía india tiene una visión muy simple –y a la vez compleja– de ver nuestro paso por este mundo. Ellos dicen que nosotros solo vinimos a “ser” y somos conciencia y felicidad. No quiero decir que la vida tenga que ser un paseo, pero si siento que la volvemos más difícil de lo que es. Preocupémonos por vivir el aquí, el ahora, llenos de amor, tranquilidad y en armonía con los demás, que de eso no puede salir nada malo.