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Sáb, Nov

Cajita de colores

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Luis Reyes Escobar

Luis Reyes Escobar

Columna: Opinión

e-mail: luksreyes@hotmail.com
“... mientras la caja de colores siga trayendo el color “piel” seguiremos jodidos en nuestra lucha por derrotar el racismo” publicó una amiga en Face Book. Luego encontré un video de una emprendedora hablando de su historia antes de crear el proyecto Pelo Bueno.
Contó como perdió su autoestima, afectó su salud y negó su identidad, al ser señalada por la gente como “pelo malo”. Afortunadamente superó sus quiebres y comenzó su proyecto, al entender el valor político y cultural del pelo afro, característico de la raza negra. Cómo me gusta la crítica cuando se hace de forma sutil e inteligente. Sin embargo, me asalta una inquietud ¿cómo funciona eso de las razas?

Las razas son simplemente una clasificación. Parece ser que disfrutamos tipificando la inmensa diversidad que encontramos en el mundo. Viajar nos hizo conscientes de la pluralidad física existente, entre las que destacan diversos tonos de piel, texturas de pelo y rasgos faciales. El uso de razas es algo tan antiguo, que podemos encontrar rastros de él en la biblia. El antiguo testamento habla de tres razas conocidas como Jafetitas, Camitas y Semitas, todos provenientes de los hijos de Noé. Hoy en día, hablamos de muchas más clasificaciones y las razas africanas, americanas, asiáticas y europeas, son algunas de ellas. 

Es fuerte ver cómo estas clasificaciones sirvieron de justificación para agredir a otros, un claro ejemplo, es como los africanos fueron maltratados durante décadas, con la justificación de que eran Camitas, quienes habían sido maldecidos por Dios. Ni hablar de cómo el sistema de castas fue utilizado para otorgar derechos en la época de la colonización. Los españoles denominados de sangre limpia, tenían más derechos que aquellos que provenían de mezclas con indígenas y negros, conocidos como mestizos y mulatos respectivamente.

En el siglo XVIII, surgió una doctrina conocida como poligenismos. Esta indica que cada raza se generó por separado en un continente y por lo tanto no tienen ancestros comunes. Hoy en día se habla del monogenismo y este nos habla de que todos provenimos de un único tipo primitivo. Se dice que esta única raza primitiva vivió en áfrica oriental hace aproximadamente 200.000 años y probablemente eran de piel oscura. Estudios muestran que los tonos de piel están relacionados con qué tanta luz solar recibe el lugar donde ha vivido tu familia por generaciones y no con patrones de migración. Para mi tiene mucho sentido, ya que nuestro piel contiene una sustancia que regula la cantidad de luz solar¬ que absorbemos –para tomar vitamina D– llamada melanina y que en mayor cantidad, nos hace lucir más oscuros.

Sin embargo, no importa cuántas explicaciones científicas surjan, porque lo realmente importe, es lo que nosotros tomemos como verdad. Kant explica esto diciendo que “Vemos las cosas, no como son, sino como somos nosotros”, es decir, el sentido y la explicación que le demos a todos los aspectos de la vida, va a depender de lo que consideremos cierto, de nuestras creencias, de nuestra experiencia y en ultimas, de nuestro juicio.

La ontología del lenguaje hace una gran distinción que hoy pocos reconocemos: declaraciones y juicios. Las declaraciones son una descripción de la realidad, que no incluye nuestra opinión y los juicios son básicamente nuestra perspectiva u opinión. Lo peligroso de no hacer esta distinción, es que convertimos nuestros juicios en realidades absolutas y obviamos la alta carga subjetiva que contienen. 

Una cosa es que haga una declaración diciendo que María mide un metro y otra muy distinta es que emita un juicio al decir que María es bajita. Así que me toca decirle a mi amiga del post, que no solo debemos eliminar el juicio acerca del color “piel” en la caja de colores, sino que también debemos estar dispuestos a enjuiciar nuestros juicios o hacer distinción entre lo que es o no una opinión.