“Una educación desde la cuna hasta la tumba, inconforme y reflexiva, que nos inspire un nuevo modo de pensar y nos incite a descubrir quiénes somos en una sociedad que se quiera más a sí misma”. Gabriel García Márquez.
Nada es casualidad, en un país sin memoria: en el día mundial de la salud mental, los estudiantes se movilizaron en defensa de la educación superior, por la grave amenaza de recortes sustanciales a su financiación. Muchos al escuchar sus consignas, sufrimos una especie de dejavu; otros, lanza en ristre, salieron a censurar la manifestación de la indignación de los estudiantes, durante la movilización, y después en las presiones y ceses de actividades. En un país democrático, es clave que dejen a los estudiantes pensar por sí mismos y expresarse a su manera. El pluralismo es el soporte fundamental de la autonomía universitaria y de una ciudadanía estudiantil.
Para Amartya Sen, la ampliación de la capacidad del ser humano, tiene importancia directa e indirecta para conseguir el desarrollo. En este punto, la educación es una capacidad esencial que posibilita el progreso de un país, que le aporta a la movilidad social y cultural. La educación no sólo genera nuevas competencias en el individuo, sino que lo aproxima a la libertad, así como justifica la revitalización del ser político, en los que le permite auto reconocerse, en su visión y rol en el mundo de la vida. Cuando una persona se priva de la posibilidad de educarse, asume que, de manera inevitable, esa carencia será un lastre y un limitante en su vida. Mientras que una educación universal, que siembre consciencia en ciudadanos libres, para que se enganchen en la productividad del país, como agentes del desarrollo, con trabajo digno, será el pasaporte hacia el avance social.
En un país en que haya igualdad de oportunidades de acceso a la educación, habrá mayor calidad de vida. Por ejemplo, en Santa Marta, tanto el Rector de la Universidad del Magdalena como el Alcalde actual, así pareciera que ahora no miraran en la misma dirección, son egresados del sistema de educación pública hasta el nivel superior, son fruto de un proceso de recuperación de lo público, en el que inició su liderazgo, y se formaron como profesionales y como ciudadanos: ¿Qué tal que caminaran unidos o en propósitos comunes de desarrollo social para nuestra ciudad?
Pese al inusitado debate, las nuevas ciudadanías que se movilizaron en defensa de una causa transversal que reivindican, no le pertenecen a nadie: bájense de esa nube. Representan, más bien, una ciudadanía informada, así haya mucha basura y frivolidad, en diversos espacios formales e informales, como en las redes sociales; que está en una búsqueda de espacios de deliberación política y que se encienden en defensa de sus derechos, no por personas o liderazgos carismáticos. Los jóvenes y capas medias que se movilizaron por la educación superior, fueron los que en su mayoría votaron por el Sí a la Paz, se pronunciaron en las elecciones al Congreso de la República, en las primarias de las Consultas Internas e Interpartidistas, en la primera y segunda vuelta y en la Consulta Anticorrupción. Esto no significa que militen en Partido o movimiento político alguno.
La reivindicación del derecho a la educación es una causa política que une a la ciudadanía. Además, representa una de las pocas oportunidades que da la fuerza para superar a la desigualdad social y para formar ciudadanía acorde a su tiempo. Eso no se puede desconocer. Allí uno podría reflexionar que la pregunta en educación no es ¿usted no sabe quién soy yo? sino ¿usted no sabe quién podría llegar a ser yo? Lo que ocurre es que le temen a una ciudadanía empoderada para el buen vivir, la dignidad, la Paz y la democracia.