Los grandes narcotraficantes, colombianos, mexicanos y del resto del mundo, deben estar felices con el decreto de la dosis mínima que acaba de expedir el gobierno del presidente Duque.
La razón es obvia. El gobierno ante las innumerables e informadas críticas que se le han hecho a esta forma de resolver un problema real como lo es el aumento de la drogadicción en Colombia, especialmente entre los jóvenes, tendrá centrado su interés en demostrar que no se equivocó, que no vive en el pasado, que no está aplicando una práctica fracasada. A su vez, la policía, mal pagada y llena de responsabilidades, lleva de ahora en adelante la pesada carga de señalarle al país que el presidente y su equipo empezando por la sabia ministra de justicia, tienen toda la razón.
Mientras esto sucede, los que manejan la dosis máxima de drogas, es decir, los tristemente célebres narcos, convertidos en famosos objetos de series de televisión y de películas, salieron del radar del Estado colombiano y de la policía dedicada a llevar a jóvenes pobres a la cárcel. Como siempre, la justica se concibe como inequitativa, porque los jóvenes ricos según un congresista del Centro Democrático, no serán víctimas de esta estrategia porque como los jíbaros son los chicos y chicas pobres, los ricos solo tendrán que ingeniárselas para que le llegue la droga a su casa.
De paso, y nadie ha pensado en esto, que sentirá el policía al ver el gravísimo problema de los padres de estos muchachos y muchachas que se ven obligados a tomar decisiones donde la familia pierde, cualquiera que sea la posición que asuma. Como también los policías son padres de familia, su salud mental quedará de catre después de ser testigos de padres que tienen que decidir entre declarar a sus hijos drogadictos o enviarlos a la cárcel. ¿Será que la ministra de Justicia no tiene ni hijos ni familia?
Mientras tanto los que manejan el gran narcotráfico están felices porque el ojo de la sociedad colombiana no está encima de ellos, así quienes tienen la responsabilidad de frenarlos y castigarlos siga haciendo su tarea. La pregunta es por qué no se ha logrado entender, primero, que la situación de quienes consumen droga debe ser objeto de la política de salud pública. Evidentemente, no hay cárceles suficientes para recibir a quienes tienen esta adicción y en ninguna parte ha funcionado esta estrategia. Segundo, el narcotráfico es un problema mundial que Colombia no puede enfrentar solo, pero sí tomar un liderazgo a nivel internacional. Lo que se debe buscar es que la solución no termine siendo como hasta ahora; el cambio de sede de este negocio que en estos momentos para los colombianos con el dólar tan alto es un negocio incomparable.
Mientras el gobierno, la policía y la opinión pública se enredan en este problema, los grandes narcos harán de las suyas porque el país dejó de respirarles en la nuca. Brillante decisión de quienes, en vez de entender el problema real, apuestan por las estrategias policivas del látigo inmediato.