Si en algún tema se requiere que el gobierno del presidente Duque sea absolutamente claro, es precisamente sobre Venezuela. Por desgracia, también en este delicado asunto que tiene que ver nada menos que con la seguridad nacional, lo que el pueblo colombiano percibe es una absoluta descoordinación, una actitud que, si se juzga benévolamente, se calificaría al menos de dubitativa. Grave, muy grave porque esta sensación y sus consecuencias pueden causar daños irreparables no solo en Colombia y Venezuela, suficientemente golpeada, sino en toda la región.
Se le advirtió al gobierno que nombrar una persona como Francisco Santos como embajador en Washington no era la mejor idea, porque el país lo conoce y muchos lo quieren por su manera desinhibida de actuar, cualidades que no son las mejores para tan delicada posición. Pero el presidente Duque hizo caso omiso y tal vez para cederle en algo al expresidente Uribe, tomó esa decisión y hoy sufre sus consecuencias. Algo similar sucede con el canciller que ya lleva varias zafadas porque está demostrando que, a pesar de haberse pasado la vida en embajadas, su conocimiento diplomático no le ayuda al gobierno. Y una de estas salidas en falso fue precisamente sobre el tema de Venezuela.
Poco hace el presidente Duque reaccionando frente a estas actitudes y palabras de sus funcionarios que abren las posibilidades de una acción bélica contra el vecino país, afirmando que no es “belicoso”. A quien se le cree, por favor, cuando evidentemente este tema como muchos otros, no se debate dentro del gobierno para tomar una decisión concertada, sino que cada uno de sus actores, dice lo que le parece. En eso no se puede equivocar el presidente, sus palabras no borran lo que afirman sus subalternos, algo insólito en un país presidencialista como Colombia.
El tema venezolano en Colombia no solo es muy complejo, sino que se está abordando solamente por lo que sucede en la coyuntura, que sin duda es muy delicado por sus implicaciones primero humanitarias, pero también políticas. Toda la atención, como afirman los expertos, se ha concentrado en la inmigración de personas a nuestro país, situación que parece desbordar a Colombia. Frente a este fenómeno, se mezcla la solidaridad brindada por algunos con el rechazo que llega hasta la inexplicable xenofobia dentro de sectores de colombianos que se sienten desplazados por este flujo de personas que muchos empresarios explotan a su favor.
Pero, quedan igualmente pendientes muchos temas serios.. Uno de ellos sin duda tiene que ver con esa posición absurda de una intervención militar para derrocar a Maduro, que evidentemente está destrozando ese país hermano. Otra, tiene que ver con temas económicos que no se están analizando y que para muchos parecen irrelevantes. ¿Cuál será el papel de Colombia cuando se trate de levantar al país hermano de esta hecatombe que está viviendo? Claro que hay un tema de posibilidades productivas, pero más allá de esto también debe darse una especie de solidaridad en términos económicos, que habría que empezar a discutir. Colombia tiene todas las posibilidades de ayudar a que los venezolanos vuelvan a vivir en las condiciones que se merecen al tener un país rico por sus recursos naturales, pero que aceleradamente políticas absurdas han dejado a amplios sectores de este pueblo en la miseria.
Si se mira en un contexto más amplio en términos de objetivos y responsabilidades, Colombia no puede de ninguna manera dejar entrever que apoyaría un conflicto armado con Venezuela. Eso sería un error histórico. Para evitar avances en ese sentido, el gobierno debe seguir al presidente y él callar a sus subalternos belicosos.