La novela, como género literario, tuvo su auge en el siglo XIX. Si bien la división tradicional en el periodo clásico contemplaba la lírica, la épica y la dramática, con el tiempo la épica dejó de tratar exclusivamente las hazañas de dioses, semidioses, héroes y semihéroes para dar a conocer la idiosincrasia y las andanzas del hombre común y corriente. Por esta razón conocemos hoy las travesuras y desventuras de personajes mundanos como el Lazarillo de Tormes.
En la literatura española abundan las obras de aventuras. Los estudiantes de la enseñanza media se hastiaron de leer no solo el ‘Lazarillo de Tormes’ sino ‘Guzmán de Alfarache’ de Mateo Alemán, las ‘Novelas ejemplares’, de Cervantes y, por supuesto ‘El Quijote de la Mancha’. Las obras de teatro tuvieron que esperar hasta cuando el joven estudiante adecuara su cerebro para comprender mensajes y enseñanzas distribuidas en tres o cinco actos. Además, las metáforas de Quevedo y, más que todo, el lenguaje barroco de Góngora no podían competir, a esa edad, con la imaginación febril de los lectores de novelas.
Llegados a este punto es tiempo de hablar un poco de la novela policiaca. Este tipo de narración encontró un terreno abonado por las obras de Julio Verne (1828-1905), Emilio Salgari (1862-1911), Robert Louis Stevenson (1850-1894) y otros. En una larga lista descuellan algunas obras históricas pero de lenguaje grato para los niños y adolescentes. En muchos pasajes de estos relatos encontramos verdaderas lecciones de geografía. Como consecuencia, el joven lector, atrapado en las redes de la lectura –y por lo tanto del conocimiento– se familiarizó con ese tipo de relatos. La novela policiaca, ávida de lectores, aprovechó esa circunstancia para engrosar su caudal de lectores.
Ya estamos en el siglo XIX. Imposible que los jóvenes se privaran de leer las aventuras narradas por los autores antes mencionados: ‘El corsario negro’, ‘Los piratas de la Malasia’ y ‘Sandokán’; ‘El extraño caso del doctor Jeckyll y el señor Hyde’ y ‘La isla del tesoro’. Pero verdaderas novelas policiacas son las de Sir Arthur Conan Doyle (1859): ‘Sherlock Holmes’, y las de la escritora británica Ágatha Christi, en las cuales el detective belga Hércules Poirot siempre descifra los misterios.
Ágatha Christie nació el 15 de septiembre de 1890 en Torquay, Inglaterra y murió el 12 de enero de 1976. Su nombre verdadero fue Ágatha Mary Clarissa Miller. Para recordar su aniversario hoy hablaremos de ella. Usó algunos seudónimos, entre ellos Lady Mallowan. Es la autora de novelas de misterio más popular del mundo desde los años 20 hasta los 70. La conocemos por sus famosísimas novelas policiacas, de las cuales escribió sesenta y seis; también escribió seis novelas rosa y catorce historias cortas o cuentos. Entre sus novelas más conocidas están ‘Diez negritos’, ‘Asesinato en el Orient Express’, ‘Muerte en el Nilo’ y ‘Cita con la muerte’. Según Records Guinness, Ágatha Christie vendió más de dos millones de ejemplares y se dice que después de Shakespeare y de la Biblia los libros de esta escritora son los más vendidos.
Frases famosas de Ágatha Christie: “Cásate con un arqueólogo. Cuanto más vieja te hagas, más encantadora te encontrará”. “Lo más razonable que se ha dicho sobre el matrimonio y sobre el celibato es esto: Hagas lo que hagas te arrepentirás”. “Cuando no hay humildad, las personas se degradan”. “Las conversaciones siempre son peligrosas si se quiere esconder alguna intención”. “La mejor receta para la novela policiaca: el detective no debe saber nunca más que el lector”.