No cabe duda de que el Presidente Duque inició su gestión con pie derecho. El ánimo que se le ve, su actitud, su juventud y sus ganas de hacer las cosas bien es un aire de frescura para el país y sus instituciones. Empezó nombrando un gabinete eminentemente técnico. Cada uno de los Ministros es conocedor y técnico de su tema. Igualmente, la mayoría de los Ministros no tiene vínculo alguno de representación partidista. Por otro lado, aquellos que tienen vínculos partidistas de alguna naturaleza son, y además son percibidos, como técnicos y profundos conocedores de sus temas.
Así, como lo ha repetido el Presidente una y otra vez, la idea es tener una relación distinta con el legislativo que no implique burocracia ni mermelada. Se quiere, básicamente, cambiar las costumbres políticas y es esa la Gran Apuesta. Se quiere que el legislativo vote las iniciativas del ejecutivo por su bondad, lo que es sin duda loable pero un poco alejado de la historia y de la realidad política. La historia y la realidad política dictan que la mayoría de los congresistas votan a favor de una iniciativa si les conviene o les dan algo o, como surfistas, por no quedarse atrás, se acomodan a la ola de la opinión pública, si la iniciativa es popular o el Gobierno es popular. El problema para el Gobierno, al apostarle al cambio de las costumbres políticas y no jugar el juego tradicional, es que no todo lo que hay que aprobar es popular y que la luna de miel de popularidad con la opinión pública puede acabar. Dependerá del Presidente y todo el Gabinete hacer que esa luna de miel perdure. No obstante el inicio con pie derecho, los parlamentarios ya han enviado sendos mensajes de que pueden poner a tambalear la Gran Apuesta.
La elección del Contralor fue una de ellas. Que el Presidente no haya intervenido para hacer un guiño a favor de alguno de los candidatos, como se ha indicado públicamente, es una buena señal para la opinión pública. No obstante, esta independencia legislativa significó tener un contralor de una corriente política distinta a la del Presidente y una señal clara de que no hay una coalición mayoritaria de Gobierno que se imponga. No obstante, si el nuevo Contralor con su trabajo, lleva a la práctica lo que ha sostenido sobre independencia y lucha contra la corrupción, será un abanderado más de la Gran Apuesta. Si, por el contrario, obedece su actuar a vínculos partidistas e intereses políticos, se podría convertir en una piedra en el zapato para la administración.
Como se ha visto, cada decisión y cada nombramiento que hace el Presidente Duque profundizan la Gran Apuesta. Sin embargo, parecería que la apuesta del Presidente se limita a la administración central con un horizonte de cuatro años. De hecho, no se percibe una preocupación especial de gestar, fomentar y crear liderazgos del Centro Democrático dentro del Gobierno, que al final del día continúen cargando las banderas del partido después de este periodo presidencial. Tampoco es claro cómo serán las elecciones del próximo año de gobernadores y alcaldes y el papel del ejecutivo.
En la medida de que el pulso de las elecciones regionales lo ganen los partidos de Gobierno, las políticas del Gobierno Central tendrán más posibilidades de permearse a nivel regional y la relación con el legislativo será más fluida. Si, por el contrario, el pulso regional lo ganan otros partidos independientes o de oposición, esto dificultará la relación del ejecutivo con el legislativo. Lo cierto es que la Gran Apuesta puede salir muy bien, cambiando las costumbres políticas, o muy mal, generando una crisis de gobernabilidad. Todo dependerá del romance del Presidente Duque con la opinión pública y la bondad de sus propuestas. Por lo pronto, hay que apostarle al liderazgo del Presidente y a su Gran Apuesta por el bien de todos.