La muerte del presidente de la hermana república bolivariana de Venezuela, Hugo Rafael Chávez Frías, el más grande líder continental americano de la contemporaneidad, tiene sumida a la América toda en proceso luctuoso en el cual se han visto las más grandes manifestaciones de dolor espontaneo y sincero por la pérdida de una hombre grande.
El presidente Chávez, de origen humilde y formación limitada dentro de las dificultades propias de una clase social media-baja, inició su vida combativa desde las filas de las fuerzas armadas venezolanas como militante de ideales diferentes.
Concibió la crisis de su país como una gran debacle moral que engendró a la corrupción y a la inequidad y se retroalimentaba de ellas para continuar en el poder, y precisó claramente a tres grandes enemigos de los intereses del pueblo venezolano y se enfrentó decididamente a ellos hasta lograr su desplazamiento del poder, y son, en su orden, la injerencia nociva del imperio norteamericano en el campo socio-económico y político venezolano, propiciando la explotación inmisericorde de las riquezas naturales del país en su beneficio a cambio de sucias negociaciones con la clase gobernante y en detrimento de los intereses del pueblo, como ocurre en Colombia, lidió una decisiva batalla en contra de la clase social dominante y corrupta de los mismos venezolanos alineados en el bando de los gobiernistas que sacrificaban los intereses colectivos a cambio de su enriquecimiento personal, dueños de los medios de comunicación masiva como herramienta básica para distorsionar la realidad de los hechos a través de la desinformación en favor de sus intereses maquiavélicos, como ocurre en Colombia, de esos mismos que, unidos a la tercera fuerza dominante en este otrora paraíso de la inequidad y la injusticia social, la iglesia católica, conformaban un eje de poder que manejaba un círculo vicioso de pobreza, hambre, miseria y necesidades básicas insatisfechas para el pueblo y en el punto de las épocas eleccionarias, distribución de dadivas cuales mendrugos de panes para el pueblo hambriento a cambio del voto que legitimaba el ascenso, la permanencia y la continuidad en el poder, según cada caso.
Hugo Rafael Chávez Frías proyectó el cambio a través de una revolución sin disparar un solo tiro, enfilando sus baterías ideológicas hacia el pueblo-pueblo, en la búsqueda de la conciencia colectiva acerca de su realidad, sacándolos de esa especie de marasmo en la que sumen a los pueblos a fuerza de discursos pletóricos de falsedades y promesas que nunca se cumplen, abriéndoles los ojos a la verdad y mostrándoles el camino del cambio desde el ejercicio de la voluntad popular, y consiguió el respaldo de las masas, que son mayorías de todas las sociedades victimas del capitalismo salvaje, como Colombia, y juntos emprendieron la senda del cambio de sistema de gobierno desplazando a los corruptos y apropiándose de la soberanía y la autonomía nacional para colocarlas al servicio de los intereses del pueblo venezolano y ya no de la clase dirigente corrupta ni mucho menos de las transnacionales explotadoras de sus recursos naturales, como sucede en Colombia.
Paz en la tumbe del comandante Hugo Rafael Chávez Frías, larga vida a sus ideales y seguimos esperando en Colombia un caudillo de su tallas que sea capaz de sacar al país de la crisis moral y total en que se encuentra.