Muchos colombianos tenemos claro que jamás votaríamos por la alternativa que implique un retorno del uribismo que vivió este país durante 8 años.
Es obvio que en la medida en que se reduzca la diferencia entre Duque y Petro, perderá fuerza el uribismo. Por eso, quienes tienen grandes dudas no sobre las propuestas de Petro que muchos compartimos, sino sobre su estilo y su poca capacidad de armar equipos y de hacer alianzas, han guardado sus preocupaciones y han decidido votar por quien sin duda representa un cambio en este país. Ese voto es absolutamente válido y respetable.
Frente a esa alternativa que sigue en la mente de muchos que han vivido de cerca lo que representa Uribe y muchos de sus seguidores, violentos, radicales y algunos poco formados, contemplan también la realidad sobre el mensaje que se le estaría enviando al uribismo. Si las posibilidades de Petro de ganar en esta segunda vuelta de la elección presidencial se vieran más claras que hasta este momento, no deberían existir dudas sobre la conveniencia de apoyar a Petro. Es decir, contribuir a la derrota del uribismo.
Sin embargo, al paso que van los acontecimientos, cuando los apoyos a Duque van desde presidiarios por delitos políticos como el exalcalde de Cúcuta, hasta los grandes gremios de la producción como el Consejo Gremial y entre ellos la SAC, la situación amerita otro tipo de consideraciones. Faltaba esperar las últimas encuestas que aparentemente no han estado mal en sus predicciones, pero a menos que suceda un “milagro” como el que le pasó Fajardo en las últimas dos semanas, antes de la primera vuelta, no se vislumbran cambios importantes en la tendencia descrita.
En el caso de que la distancia entre Duque y Petro no se acorte y el primero tenga todas las posibilidades de ganar la segunda vuelta, el tema que a muchos se nos plantea, es cómo mostrar de la manera más efectiva nuestro rechazo al uribismo. Y es en este momento donde surge la posibilidad del voto en blanco. Es obvio que no tiene el valor que ha podido alcanzar en la primera vuelta, pero sí tiene un gran impacto político si alcanza una representación histórica comparada con elecciones presidenciales anteriores.
Un argumento posible es que, si el país queda totalmente dividido entre seguidores de Duque y de Petro, todos los que no queremos nada del uribismo pero que no somos petristas, se nos descalificará de inmediato como simples izquierdosos, castro-chavistas, y todos los otros calificativos que conocemos. Pero si gana Duque y no solo se enfrenta a un movimiento de izquierda fuerte dirigido por Petro desde el Senado, sino a un importante número de colombianos que claramente rechazan al uribismo, esa corriente puede ser la fuente de un nuevo partido político que se la juegue por la democracia, tanto Estado cuanto sea necesario y tanto mercado como sea posible y sin duda por la paz, por la trasparencia en la política y en todas las actividades que se realicen en el país.
Debe quedar en claro, que ese no sería necesariamente la Coalición Colombia, porque seguramente entre los votantes en blanco estarían también los 400 mil liberales que votaron por De la Calle y que no están con Fajardo. Nada de malo tendría que estas dos tendencias de centro con mayor o menor grado de izquierda, surjan como alternativas, para un país que ya enterró al Partido Liberal y a muchos otros. Para tomar esta decisión estamos siguiendo paso a paso los acontecimientos.