La vida se asemeja a una montaña rusa. En ciertos momentos, la felicidad nos ilumina y, en otros, nos invade la desazón; también, tenemos períodos anodinos, planos, desdibujados. En ocasiones, algún objeto o una experiencia aparentemente inane nos causa un deleite duradero en la memoria: aquel plato inolvidable, un viaje placentero, un inesperado conocimiento, ese nuevo objeto que deseabas, el cariño de tu mascota, un regalo imprevisto, en fin. Y no se trata de grandes lujos. En general, esos pequeños regodeos se asocian a ciertos componentes emocionales que sacan una sonrisa en el alma.
Por ejemplo, en un día estresante, unas palabras de aliento inesperadas o un break para un café ayudan nos alivian de las tensiones. Una canción memorable o una buena noticia pueden distraernos de un insoportable atasco de tráfico. Algunas agradables manifestaciones de familiares y amigos levantan los espíritus caídos. Dormir hasta tarde o, para algunos, despertarse y saber que pueden seguir durmiendo, deleitarse con la comida favorita, los momentos de soledad, quitarse los zapatos, un café caliente para combatir el frío o una bebida helada para contrarrestar el calor, el cariñoso abrazo de un pequeñín, son eventos indudablemente agradables.
Hace algunos años, la empresa francesa Three Barrels realizó un estudio con 3,000 personas indagando por esos pequeños goces que hacen maravillas en el estado de ánimo: los resultados no son sorprendentes pero sí interesantes. No es necesario disponer de mucho dinero ni de tiempo en ingentes cantidades; solo depende de tus circunstancias y capacidad de disfrutar. Encontrar inesperadamente algún dinero en los bolsillos, salir de paseo o de vacaciones, nadar en el mar o tomar el sol, recibir un mensaje tierno de la persona amada, un abrazo espontáneo, una tarjeta de agradecimiento, el amor de una pareja de personas mayores, reencontrase con un viejo amigo, un picnic, escuchar un canción evocadora, mirar fotos viejas, el olor del pan recién horneado, un asado dominguero, una cerveza fría, y varios otros conforman un catálogo de pequeños placeres.
El artista Evan Lorenzen creó un libro más pequeño que un pulgar cuyas ilustraciones y textos están pletóricos de consejos valiosos diseñados para invitar a la reflexión. Cada página de esa obra, “Los pequeños placeres de la vida”, contiene un consejo o una ilustración que nos hace conscientes de las cosas hermosas de la vida; incluso, el buen humor está presente. Lorenzen le dijo al Huffington Post, refiriéndose a su minilibro: “Este material de lectura es ligero al tacto, consistente para la mente y lleno de conceptos que gobiernan nuestra existencia”. Por su estructura, se asemeja a los haiku, (pequeños poemas japoneses escrito en tres versos de cinco, siete y cinco sílabas respectivamente) cuyo contenido evoca recuerdos, emociones o pensamientos profundos con pocas palabras: decir mucho con casi nada.
En lo personal, disfruto de vivencias sencillas que me causan buena vibra y de ciertos objetos, que también gozo. Esos pequeños placeres son las conversaciones con buenos amigos, recibir un agradecimiento, el resultado de mi trabajo, una nueva enseñanza, los ratos compartidos de cocina sazonados de tertulia agradable y un buen vino, las reuniones musicales, una llamada sorpresa de mis hijos, un bello amanecer, un gin tonic clásico o un dry Martini perfecto “stirred not shaken”, un libro interesante, una serie pedagógica, o un documental instructivo, la vista desde mi apartamento, un partido de fútbol y, desde luego, zapatos cómodos para mis caminatas diarias; de mis gadgets, mi parlante multifunción que me acompaña las 24 horas, un Smart TV, y mi maletín de McGiver, donde está lo necesario para desarrollar mi trabajo debidamente y un poco más. No es mucho tampoco.
Mientras desarrollo esta columna, recibo una noticia que alegra la vida y genera mucha esperanza al país: la adhesión a la campaña de Gustavo Petro por la presidencia de la república del Profesor Antanas Mockus, a quien apoyo desde su primera aspiración política en 1993 y el verdadero gestor de la transformación de Bogotá. Equilibrio político y esperanza de democracia. La Cultura Ciudadana junto a la Colombia Humana, compromiso firmado en mármol. La oportunidad del país nacional, refrescante oferta de democracia y oportunidades al ciudadano frente al caduco y egoísta país político, indolente, intolerante y excluyente, que ha hecho de Colombia un apestoso lodazal de corrupción. Yo elegí el país nacional. ¿Y usted?