La siembra de coca, el narcotráfico y el microtráfico urbano tienen acosado a Colombia, verdad absolutamente innegable. Las causas que se tratan de identificar de este drama que cuesta vidas, enferma jóvenes, y ubica al país entre los “malos”, son tan variadas como analistas existen sobre el tema.
La tesis de doctorado de uno de los mayores analistas colombianos sobre la situación del sector rural a lo largo de la historia del país, Darío Fajardo, desarrolla un argumento que debería llegarle al corazón del sector de latifundistas colombianos, muchos de la Región Caribe, que se paraliza cuando alguien toca el tema de la concentración de la tierra. La tierra, una de las riquezas naturales de Colombia, exageradamente llena de pastos y con la combinación perversa de crecientes propiedades de más de mil hectáreas y proliferación de micro-fundios, es además fuente de gran especulación. Vender por metro cuadrado sus miles de hectáreas sigue siendo el sueño de muchos de los grandes latifundistas. Se contradice así descaradamente, lo que plantea la Constitución del 91 en su artículo 58, el cual señala la función social de la propiedad y además que el interés privado debe ceder al interés público.
Como todo el país, los grandes propietarios se lamentan permanentemente de los costos económicos, sociales y políticos de los cultivos de coca en Colombia y por ende de este problema del narcotráfico que mantiene a esta Nación entre los “pecadores del mundo” por ser uno de sus mayores productores.
El análisis de Darío Fajardo demuestra cómo precisamente la concentración de la tierra y aún más, la imposibilidad histórica de realizar una reforma agraria, impulsada por el feudalismo que siempre ha tenido mucho poder político, es la causa de los procesos de colonización que fueron la alternativa para poder explotar la tierra de aquellos que nunca se beneficiaron de una distribución dentro de la frontera agrícola. Fajardo afirma que esos colonizadores que se ubicaron donde nunca llega el Estado, convirtieron esas zonas en productoras de coca, donde los narcotraficantes, a sus anchas, se convirtieron en el IDEMA de estos colonos.
Mientras no se toque la concentración de la tierra y se siga obligando a los productores pobres a buscar donde producir, frenar el narco-cultivo es una quimera. El costo de no haber dejado hacer la Reforma Agraria ha llevado a la expansión del narcotráfico. Y como la tierra es intocable para el poder económico del país, señores latifundistas, no se quejen.