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Tecnología del futuro

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com
Cuando sufrimos el espeso y caótico tráfico urbano o la conducta irracional de algún automovilista, de inmediato pensamos en carros autónomos inteligentes; habría orden, mejoraría sustancialmente la movilidad, se salvarían vidas y recursos, habría menor contaminación: beneficios por donde se le mire. Hoy se conciben respuestas efectivas a cualquier problema cotidiano con ingeniosas soluciones aportadas por la tecnología. Los hogares, los entornos laborales y la vida en general son muestras de ello; cada día, nos sorprenden con creatividad increíble.

La tecnología, sin duda alguna, ha transformado a la sociedad moderna. Es un hecho, está ahí, es útil y aplicable en todos los campos, es irreversible y se requiere sacarle el mayor provecho. Todo empezó con Gutenberg y la imprenta, gran revolución de las comunicaciones: la gente empezó a educarse y culturizarse directamente. Siguió el telégrafo, después el teléfono, la fotografía, la radio, la televisión, las computadoras y el internet. Nada de ello hubiera sido posible sin el motor a vapor, el “big bang” de la Revolución Industrial y sus fábricas de todo lo imaginable: el sueño cumplido de poner la energía y la creatividad al servicio de la humanidad. Posteriormente, siguieron el motor de combustión interna, el automóvil, las locomotoras, los barcos, la aviación, la electricidad y la electrónica, la carrera espacial, la tecnología de alimentos, el salto cuántico de la medicina, las aplicaciones agropecuarias: nada le es imposible a la tecnología, muestrario de la inteligencia humana. La calidad de vida creció exponencialmente, pero mucha gente no ha podido embarcarse en ese tren y está alejándose cada vez más de sus benéficos adelantos. 

Como consecuencia de la industrialización y la tecnología existe la democratización de los bienes, el auge del comercio internacional y los controles en las fronteras, la internacionalización de la banca, cambio de hábitos higiénicos y alimentarios, en fin, un avance significativo en innumerables aspectos. El lado oscuro es de impacto similar: densificación de las ciudades por grandes migraciones de la población rural; proliferación de enfermedades no transmisibles (obesidad, problemas cardiovasculares, etc.); contaminación ambiental; daño ecológico con el consecuente cambio climático; dependencia y consumo exagerado de combustibles fósiles con invasiones y guerras; empobrecimiento de naciones atrasadas tecnológicamente. No todo ha sido un lecho de rosas. Las usinas deben producir o se quiebran. Las guerras mueven las economías belicistas; también contribuyen a las evoluciones tecnológicas. Los minerales son demasiado atractivos, y las grandes potencias usan sus mecanismos, muchas veces torvos, para controlar producción y precio. 

Para Alvin Toffler, las grandes olas evolutivas aparecen con la Revolución Agrícola, seguida de la Revolución Industrial, cuando se separan productor de consumidor. Sus consecuencias son la uniformización, la especialización, la maximización y la centralización. Aparecen en escena productores y trabajadores, fordismo y taylorismo, sindicatos y derechos laborales, etc. La Tercera Ola (así se tituló su libro estrella) es postindustrial y la estamos viviendo, aun cuando Toffler la visualizó hace más de 40 años: la era del conocimiento. 

La Revolución de la Riqueza, otro interesante libro de los Toffler -Alvin y Heidi-demarca un futuro diferente que ya se está sintiendo: el “prosumidor”, consumidor de productos personalizados surgidos de las factorías; cambios en los modelos laborales y potenciación del freelancer como respuesta al empleado fijo, no siempre bien remunerado; cambio en los paradigmas industriales y los modelos económicos; eliminación de intermediarios por uso de las tecnologías (casos como Uber, AirBnB o criptomonedas); pero sobre todo, la ciencia como respuesta al oscurantismo pseudointelectual. También se refieren a la nanotecnología y sus aplicaciones médicas, y a la riqueza de hoy, en todas partes (globalización), en ninguna parte (ciberespacio), y fuera de partes (el espacio exterior), y la utilización de este último para el incremento de la productividad global. Algo muy complejo de entender para la mayoría de nosotros, y que va por delante de la visión de los dirigentes políticos y los legisladores. De hecho, proponen que el actual modelo Estado-nación desaparecerá. La revolución de la riqueza es una fuente de oportunidades para mejorar la vida de los seres humanos, afirma Bernabé Sarabia, académico español. Pero los gobiernos no están preparados aun ni tienen voluntad para ello. El veloz avance de la tecnología supera la capacidad de las autoridades para controlarla. Y, esto, no siempre es bueno.