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Mié, Dic

La mentira destruye, la verdad edifica

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Pedro Pabón Miranda

Pedro Pabón Miranda

Columna: Opinión

e-mail: pedropabon@yahoo.com
A principios de diciembre del 2017, el columnista, Abogado. Rubén Darío Ceballos Mendoza, publicó un escrito titulado “La mentira no construye”; lo cual me ha hecho hurgar sobre los fundamentos ideológicos que facilitan la persistencia de estas conductas reprochables por el ordenamiento normativo y por ende chocan abiertamente con los cimientos de la democracia como expresión del reconocimiento de los Derechos Humanos fundados en la verdad como vehículo de la convivencia entre las diferencias y desarrollo de la sociedad.

Hace unos 2.500 años, en la China el filósofo y militar Sun Tzu, a quien se le atribuye haber escrito “El Arte de la Guerra”, en donde se exalta que “El arte de la guerra se basa en el engaño”, profundizándolo cuando explica: “el principal engaño que se valora en las operaciones militares no se dirige sólo a los enemigos, sino que empieza por las propias tropas, para hacer que le sigan a uno sin saber a dónde van”.

Los territorios que sufren profundas crisis económicas son caldo de cultivo para que líderes carismáticos y por ende mesiánicos que utilizando estos principios del Arte de la Guerra, florecen en medio de la pestilencia de la podredumbre. Es así como vimos aparecer a Benito Mussolini y Adolf Hitler en la Europa de la Posguerra de los años ´20 del siglo pasado.
Estos líderes aprovechan el sentimiento de miedo y frustración colectiva para exacerbarlos mediante la violencia, la represión y la propaganda. Desarrollándose allí ideológicamente el concepto de que al pueblo se le domina por la Pasión y no por la Razón.

Este nuevo sistema de gobierno fideliza a través del otorgamiento de beneficios a las organizaciones y empresarios militantes y aplastando cualquier expresión de pensamiento diferente.
Son gobiernos cuyas medidas ofrecen éxito económico a sus militantes en el corto plazo al enriquecer exorbitantemente a sus dirigentes con el erario público y a los empresarios militantes con la reducción drástica de los costos laborales e impositivos; conllevando con ello miseria, muerte, destrucción de valores e iniciativas diferenciadoras que sumen en dolor y apatía profunda y desdeñosa a la sociedad.

No solo en la Europa de la primera mitad del siglo XX le vimos, posteriormente ha reverdecido solapadamente en las democracias de Europa, Asía como de América; posicionando a líderes continentales que sosteniendo la premisa del engaño, la mentira y el enriquecimiento de su militancia tienen en vilo al mundo. Pero obviamente, no hemos podido escaparnos de esa influencia ideológica por estos lares, dadas las circunstancias de pobreza estructural basada en la inequidad, en muchos países de América Latina, al igual que en la parroquia, lo hemos sufrido.

Allí en el Arte de la Guerra, también se lee que “incluso la más fina de las espadas sumergida en agua salada, eventualmente se oxidará”; aunque nos parezca eterno la seguidilla de gobernantes iluminados por lo que ahora se denomina la Post-Verdad, y la fortaleza financiera que aporta el erario público que ostentan, les garanticen aparentemente su continuidad en el poder. La verdad, el respeto por el otro y el libre pensamiento han sido la luz que ha orientado la construcción y el desarrollo de grandes países como Estados Unidos, Canadá, la misma Inglaterra, los países que conforman la Unión Europea, el Japón de hoy, Corea del Sur, Costa Rica, México y Brasil entre otros.

En Juan 8, 32 se lee “la verdad os hará libres”, palabras emitidas por Jesús de Nazaret ante los judíos, quienes estaban esclavizados por la mentira, dado que aquel quién la expresa, será esclavo de ella y como esclavo necesita de alguien con poder para ser liberado. Por ello invito a quienes creen que la libertad de pensamiento es la simiente del desarrollo y bienestar económico y social; que la promovamos, defendamos y establezcamos como norma de la conducta social, tal y como nos lo legó Voltaire con su frase célebre: “No comparto tu opinión, pero daría mi vida por defender tu derecho a expresarla”.