La muerte hace parte de la vida y desdeñarla sería negar la vida misma.
Los griegos nos dejaron como herencia varios pensamientos, que hoy por hoy siguen perennes en nuestras acciones, como por ejemplo que “la vida del ser humano es una constante preparación para la muerte (…) lo más difícil es que la muerte nos sorprenda”. Es una tesis enérgica que conlleva a reflexiones de tipo existencial, además nos permite reconocer nuestra finitud natural, como también lo fortuito del destino. Nunca sabremos cuándo será el final.
En ese orden, son muchas las prácticas y costumbres que derivan al momento de perder un ser querido, todo depende de la cultura y tradiciones propias de cada sociedad. Sin embargo, muchas de éstas se han ido transformando con el paso del tiempo, considero que por el sentido que representa a cada doliente enfrentar el sufrimiento y continuar el paso por la vida.
En consecuencia, para mí, todas las prácticas y cultos frente a la muerte son de carácter individual, ya sea que tengan un sentido de tipo religioso o a través de manifestaciones culturales. Por ejemplo, uno de los ejercicios más comunes que se practican después de la muerte de un familiar es el luto, que consiste en la utilización de ropa especialmente negra, como símbolo de dolor o expresión que la persona se encuentra en duelo.
No obstante, considero que la práctica del luto, vale la pena que sea analizada, o encontrar el sentido; si es que en verdad lo tiene. Reitero que toda experimentación de la perdida por muerte tiene un carácter individual. Pero a veces termina siendo más que una tradición, más que un sentimiento, el luto se transforma en una forma de apariencia social, además se convierte un objeto medible de dolor.
Asimismo, es común en una sociedad como la nuestra, evidenciar que todas nuestras acciones estén sujetas al control del tribunal de todos los actores sociales, quienes como “jueces sin diploma” se encargan de emitir juicios desmedidos frente a la interioridad ajena, muy al estilo de los grandes psicoanalistas del siglo XX, son capaces de conceptualizar la psyché (alma humana), sólo con observar prácticas cotidianas o estilos de vida.
Por otro lado, el luto también tiene unas connotaciones que evidencian que sus prácticas están relacionadas con un tipo de género, patriarcales sobre todo, avaladas por la mayoría de las mujeres, quienes consideran que el luto es sólo para ellas “en los hombres eso no se “usa”” afirman, por lo general. En ese orden, se evidencia un poco la banalidad de dicha práctica, en la medida en que un duelo, no tiene diferencias de género, supongo… o sí? en ese sentido, el color de la ropa no es sinónimo al fin y al cabo de nada. Es más bien una práctica sin sentido y más que una tradición promueve abismos sociales que se evidencia en disputas ridículas en las que algunos pretenden reitero, medir los sentimientos ajenos a partir de apariencias.
En fin, las tradiciones culturales tienen ineludiblemente un gran peso en las acciones presentes de cada sociedad, sin embargo considero que muchas de éstas es importante que pasen no por el tribunal de la doxa (opinión) sino por el tribunal de la razón y así encontrarles un sentido. Naturalmente, el ser humano vive en medio de convenciones sociales y es muy difícil por su condición gregaria alejarse de ellas, pero en las sociedades más avanzadas en cuanto a educación muchas de éstas prácticas han sido ya superadas.