El año 2017 se desliza hacia su final. En la vida política de la Nación queda como uno de los más tocados por la corrupción, aunque, si bien se mira, los casos más alarmantes vienen de años anteriores: Interbolsa, Invercolsa, Reficar, Isagén; y más atrás, narcopolítica, parapolítica, falsos positivos, Comunidad del anillo. Los más recientes: Cartel de la hemofilia, Cartel de la toga y escándalo de Odebrecht. Lo que más preocupa es que los políticos de ahora están transfiriendo sus “cualidades” a sus hijos y familiares; es decir, a los políticos del futuro. ¡Y como ellos afirman cínicamente que no hay delitos de sangre o heredados…! Como vemos, los años venideros no estarán libres de corrupción.
En esta columna, la última del año, para no dañarle a nadie la alegría tradicional de diciembre, hablaremos de algo diametralmente opuesto. Nos acercaremos a “la abuelita de todos”: Sara García. Nació el 8 de septiembre de 1895 en Orizaba, Veracruz, México. Los García eran andaluces y habían perdido once hijos. Llegaron a México porque el padre, arquitecto, fue contratado para restaurar la catedral de Monterrey. Desde pequeña Sara se aficionó al teatro. Cuando joven, a la muerte de su madre, Sara quedó bajo el cuidado de la directora del Colegio de las Vizcaínas.
Tenía la costumbre de espiar las filmaciones de la empresa Azteca Films, cuyo director la sorprendió un día y la invitó a que participara en la película “En defensa propia”. Esto ocurrió en 1917 y la joven García no percibió pago alguno. Se inició en el cine sonoro en 1933 con la película “El pulpo humano”. En 1940 hizo su primer papel como abuela en “Allá en el trópico”. Ese año murió su única hija: Fernanda Amada Ibáñez.
Como anécdota se cuenta que cuando tenía treinta y nueve años se hizo sacar catorce piezas dentales para conseguir el papel de anciana en la película “Mi abuelita, la pobre”. Desde entonces no dejó de ser la abuelita del cine mexicano. Una abuelita severa pero amorosa. Vivió el nacimiento, ascenso, esplendor y decadencia del cine mexicano.
Andrés Soler y Julián Soler alternaron con ella en muchas de sus 165 películas, lo mismo que Pedro Armendáriz, David Silva, Arturo de Córdoba, Jorge Negrete, Pedro Infante… Este último se consideraba el actor mimado de Sara García. Lo quería mucho y celebraba sus travesuras. Cito textualmente: “Con Julián Soler conformó el prototipo de los padres mexicanos de la pos Revolución. A la severidad de él se antepone la sumisión o tolerancia de ella. Esto se refleja en las películas “Cuando los hijos se van”, (1941) y “Azahares para tu boda”, (1950). En ambas cintas se muestra como intercesora de los hijos ante el padre.
Con Pardavé son recordadas las películas “El baisano Jalil”, (1942) y “El barchante Neguib”, (1946). Con estas películas Pardavé puso en marcha una campaña contra la discriminación de la que eran víctimas los migrantes libaneses”. Sin embargo, Sara García prefería la comedia. Con “Los tres García” regresó a este género. En una entrevista confesó: “Siempre he sido actriz de comedia y mis mayores triunfos los conseguí en papelitos ligeros con su toque sentimental. Pero ¡qué le vamos a hacer! A los productores les dio por hacerme llorar y sufrir”. Con Pedro Infante filmó muchas películas, desde “Los tres García” hasta “El inocente”. Además, “Vuelven los García” y “Dicen que soy mujeriego”. La última película de Sara García se filmó en 1980. Se titula “Sexo vs. Sexo”. La abuelita del cine mexicano murió el 21 de noviembre de 1980 en Ciudad de México, México. Tenía 85 años.