El destino del guion era otro. El tema estaba definido pero decidí esperar la noche para materializarlo. Generalmente, es el espacio en el que más me concentro. Había dado vueltas y vueltas durante el día para desarrollar la columna pero no lograba madurarla. Lo que más me preocupaba era el título, no lo había podido definir con precisión. Todas las dudas se despejaron en mi mente al ver en la televisión las imágenes de mi pueblo. No me puede resistir y sin hacer reparo en la hora me lancé.
Si algo ha dejado una impronta imborrable en mí ser, son los primeros años de mi infancia. Por una parte, la familia, incluido ese amplio grupo de tías y primos que me cobijaron; las extensas praderas y pastizales de la finca de la abuela donde fabricábamos armas de madera que finalmente terminaron por definir mi profesión. Por otro lado, el colegio, donde tantas fallas tuvimos por culpa de las huelgas de aquel entonces pero en el que aprendí una de las mejores enseñanzas de mi vida, nunca dejar de soñar. Ese es el mejor recuerdo que guardo de mis profesores.
De las cosas más valiosas que aún conservo de aquella etapa de mi vida es la amistad de mis compañeros y los recuerdos de mis primeros amores. Hoy en día, reparo los pasos tan agigantados con los que marcha el tiempo y no dejo de sorprenderme, a la vez me invade la melancolía. También siento tristeza, porque tenemos tanto y no tenemos nada. Muchas riquezas y tanta gente pobre, tenemos historia y no la conocemos, mucho talento y pocas oportunidades.
Precisamente, la televisión hablaba de Aracataca, el realismo mágico y su creador. Creo que éste era el insumo diario en la enseñanza de mis profesores, tanto insistieron que lograron incrustarlo en el alma de varias generaciones. Debe ser por eso que los cataqueros siempre presumimos de lo mágico de nuestra tierra y la imaginación infinita de su hijo más ilustre, Gabriel García Márquez. Pero no en vano, los artistas crecen en este terruño como flor silvestre.
Si algo identifica a mi pueblo es el realismo mágico. Esa forma diferente de ver la vida. La concepción de un universo surrealista que no se desprende de lo cotidiano. Eso que nos permite nunca dejar de soñar y que nos da la fortaleza para luchar hasta alcanzar los sueños. Pero en general, este sentimiento se extiende más allá de una región. A su manera, cada colombiano es así, una fuente inagotable de esperanza.
Cada región de Colombia tiene su realismo mágico, en diferente forma, pero lo tiene. Lo único que nos marchita, es la disputa del poder entre un puñado de corruptos y una manada de terroristas. Ojala no nos lleven al final de la novela, sin otra oportunidad sobre la faz de la tierra.