Realmente, no recuerdo con exactitud cuántos años tenía, en todo caso, no superaba los 16; me tomé dos tragos de aguardiente y subí al escenario. En esta ocasión, sentí los mismos nervios, pero el licor no logró exorcizarlos. Era la segunda vez que subía a la tarima del camellón 20 de julio en Aracataca, Magdalena. En aquel entonces, daba mis primeros pasos en la banda musical del colegio Colnaba, ahora me estrenaba como compositor en el Festival Vallenato de la Leyenda Macondiana.
Aunque había pasado mucho tiempo, la emoción fue la misma. Esta vez, me embriagaba la nostalgia de regresar a ese rincón mágico del Magdalena que me vio crecer y donde viví los momentos más felices de mi infancia. Las cosas han cambiado, no tanto como uno a veces quisiera, pero si hay algo para destacar actualmente en mi pueblo, es este festival que promete convertirse en un escenario destacado para la tradición de nuestro folclor vallenato.
Cuenta la historia, que en el año de 1966 por petición de Gabriel García Márquez, Rafael Escalona organizó una parranda vallenata en Aracataca, donde se congregaron un grupo de destacados compositores e intérpretes de la época, dentro de cuales se encontraban Colacho Mendoza y Armando Zabaleta. Este hecho, inspiraría la realización, dos años más tarde, en 1968, de la primera versión del Festival de la Leyenda Vallenata en Valledupar, Cesar.
Este suceso, se ha quedado en el pensamiento colectivo de mis coterráneos. De allí, parte el compromiso de organizar un festival representativo y digno de nuestro folclor, como lo merece Aracataca. Después de varios intentos, creo que por fin se ha logrado. Con la responsabilidad que ha dejado el legado universal de Gabriel García Márquez, un grupo de cataqueros emprendedores, en cabeza del también compositor John Santoya, han llevado a cabo la importante misión.
La tarima estaba vestida para la ocasión. Como es costumbre, la presentación del evento les correspondía a Jesin Hatun y Yair Cadena, los talentosos locutores de Macondo Stereo. La emoción del evento me llevo temprano a la cita, con la destacada comitiva familiar que nos estaría acompañando a Esneider Reales Gutiérrez y a mí, en nuestro proyecto de hacer carrera como compositores. A pesar que mi vida ha estado ligada a competencias deportivas y actividades culturales, en esta ocasión me sentí como en mi primera vez.
Me llamó la atención el alto nivel competitivo en las diferentes categorías de acordeoneros. Nos deleitaron con un verdadero espectáculo de interpretación del vallenato tradicional, aunque solo acudieron participantes de la región, estoy seguro que en poco tiempo llegaran de todos los lugares del país. Esto demuestra que Aracataca no solo tiene magia para cultivar la literatura sino también las notas del folclor.
Me presenté con uno de mis mejores temas, las riquezas de mi tierra, un merengue que tenía preparado para esta ocasión. A medida que fueron presentando cada canción inédita, pude observar que la competencia no estaba fácil. Aun así, pasamos a la segunda ronda, donde el primer puesto quedaría en la hermosa voz de Yubelquis Yepes, una encantadora niña que no solo cautivó la aceptación del jurado, sino también el corazón del pueblo. Como en todo concurso, siempre quedaran algunos felices y otros inconformes. En lo personal, me resigno como buen perdedor y preparo mi próxima canción.
De toda esta experiencia, no solo me queda la alegría de observar a mi pueblo como un prominente escenario de compositores y acordeoneros. También, la gratitud con el Festival que me permitió reencontrarme con la estirpe de mis raíces que tanto he extrañado en los recientes años de mi vida. Pero, lo que más destaco de éste Festival de la Leyenda Macondiana, es el descubrimiento de una promesa del vallenato, que al igual que el desaparecido maestro Leandro Díaz, ve con los ojos del alma, Yubelquis Yepes.
Espero que el próximo año Aracataca se vuelva a vestir de festival, se escuchen las notas de acordeones, se esgriman versos inéditos y el pueblo comulgue alrededor del folclor, para que se congreguen exponentes vallenatos de las diferentes regiones del país a deleitar a propios y extraños. En ese momento nos volveremos a encontrar.