El destino de las ciudades no depende tan solo de quienes las gobiernan, sino de aquellos que las interpretan y, con su sabiduría, las ayudan a orientar.
Cada ciudad tiene su talante, que resulta de la conjugación de factores que arman un concierto de complejidad. Sus habitantes contribuyen, por lo general sin darse cuenta, a ese propósito. También lo hacen los planificadores, los funcionarios y los críticos de unos y otros.
Panayis Psomópoulos dedicó su vida al conocimiento de esas leyes universales, y a la verificación de su validez en los rincones más insospechados del mundo: de Pakistán a Nueva Zelanda, de la India a Panamá, del Canadá al Brasil, de Bolivia a la China, de Suecia a Nigeria, de Alemania al Japón.
Luego de la temprana muerte de su maestro, Constantinos Doxiadis, fundador de la disciplina, se convirtió en promotor de los desarrollos de la ekística, la ciencia de los asentamientos humanos, que no es un movimiento pasajero, o una moda, en materia de estudios urbanos y regionales, sino que llega al fondo de principios y valores que el género humano trata de observar en donde quiera que decida asentarse, con ánimo de permanecer.
Como continuador de la obra de Doxiadis, Psomópulos orientó hasta su muerte, ocurrida la semana pasada, la concertación de un grupo excepcional de personas, muchas de ellas formadas en el Centro de Ekística de Atenas, procedentes de países de todos los continentes, en torno a las discusiones de punta sobre el presente y el futuro de las ciudades.
En todos los encuentros de esa sociedad de verdaderas personas mayores, en el sentido de la jerarquía elevada de su condición humana, el espíritu integrador y la fuerza motora de unas discusiones siempre ejemplares fue el talante arrolladoramente gentil y al tiempo dinámico, entusiasta y alentador de Panayis Psomópoulos, aun en aquellas ocasiones en las que no pudo asistir personalmente, en los últimos años, debido a las condiciones de su salud.
Con la concurrencia de los más connotados antropólogos, sociólogos, geógrafos, filósofos, urbanistas y, en fin, pensadores del mundo, sin que nadie osara pretender que poseía la verdad, o que su interpretación de lo urbano fuese la única o la más adecuada, cada reunión logró ser un espectáculo de lo que se puede lograr con el encuentro oportuno de la sabiduría y la buena voluntad.
Bajo ese tono creativo se trataron los más variados temas de discusión y se presentaron trabajos sobre las ciudades del siglo XXI: alternativas aéreas a la movilidad urbana, edificios inteligentes, jardines citadinos adheridos a las edificaciones, limpieza del aire, educación ciudadana, interdisciplinariedad e incertidumbres culturales, asentamientos sostenibles, comunicaciones internacionales subterráneas, ordenamiento territorial de los lugares más complejos del mundo, el futuro de las megalópolis, la condición humana en la nueva agenda mundial de los asentamientos humanos, y muchos otros tópicos relacionados todos con la urgencia de hallar nuevas alternativas de vida urbana y de felicidad social, en paz con la naturaleza.
Psomópoulos tuvo la habilidad de mantener vigente, en todas las direcciones posibles de la geografía mundial, y también del pensamiento, la discusión sobre el futuro de los asentamientos humanos en un planeta que se ha vuelto irremediablemente urbano y requiere cada vez más de esos visionarios capaces de adelantarse y servirles a los gobernantes y a los ciudadanos del mundo con su consejo oportuno y su capacidad innovadora.
La experiencia muy rica del arquitecto griego estuvo siempre al servicio de sus colegas y del mundo entero, pues a lo largo de su vida compartió sin reservas las enseñanzas de sus encuentros con Indira Gandhi para discutir sobre los asentamientos humanos de la India, con Mao Zedong sobre los de China, con los creadores de la Unión Europea sobre el futuro de un continente pionero de la supremacía de las ciudades, con los líderes del mundo árabe sobre las transiciones del nomadismo a la permanencia, con los paquistaníes sobre la construcción de su nueva capital, Islamabad, que estuvo a cargo de Doxiadis Asociados, con los brasileños sobre la acometida de la empresa de Brasilia, y lo mismo con académicos, políticos, escépticos, entusiastas de la ecología, inventores, empresarios y consejeros sobre diversos temas dentro de la compleja maraña de los asuntos relacionados con la vida urbana.
Al dejar su oficio, por el vencimiento de su tiempo en este mundo, el Maestro griego deja una herencia enorme y valiosa, en medio de la admiración de todos los que tuvimos el privilegio de haberlo conocido, de escuchar su palabra inspiradora, y de sacar provecho de sus enseñanzas; en el caso colombiano con la fundación de un programa con su criterio visionario en la Universidad del Rosario, el de Gestión y Desarrollo Urbanos, con fundamento en la ekística, pero además con la carga de profundidad de su validez permanente y su utilidad hacia el incierto futuro de la calidad de nuestra vida urbana. Ya vendrá, aquí y en todos los confines del mundo, una nueva florescencia de pensadores que continúen la tarea que alcanzó a cumplir, con su vida y su ejemplo, Panayis Psomópoulos.