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Los niños del desierto

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Luis Tabares Agudelo

Luis Tabares Agudelo

Columna: Opinión

e-mail: tabaresluis@coruniamericana.edu.co
De acuerdo con la norma los derechos de los niños deben ser especialmente protegidos, así lo enuncia nuestra Constitución Política.


En el mismo sentido, una buena parte de los organismos locales e internacionales impulsan planes para garantizar estos derechos. Se habla de la vida, de la adecuada alimentación, de la salud, de la integridad física, de la seguridad social, del cuidado y el amor; de su derecho a tener una familia y a no ser separado de ella. De que sean protegidos contra toda forma de abandono, violencia física o mental, venta, explotación o abuso sexual.

Igualmente la familia, la sociedad y el Estado están obligados a asistirlos en sus primeros años. A garantizar que, al menos, no mueran de hambre porque es aterrador pensar que los niños no tienen qué comer mientras que nosotros los mayores no hacemos lo suficiente para solucionar esta problemática. Los colombianos estamos en boca de todo el mundo proyectando una imagen de insensibles que no se conmueven ante la muerte de los niños y por la forma mediática en la que se están asumiendo estas muertes: son noticia un día, pero no al siguiente.

Con base en lo anterior es necesario luchar en forma decidida para que no muera un niño más en La Guajira por física hambre, instar a todas las instituciones departamentales, municipales, nacionales, privadas y públicas, a la iglesia católica, a toda la sociedad, para que busquemos soluciones, pues esto puede resolverse si hay voluntad política y si se combate la corrupción que se interpone en estos procesos. Al mismo tiempo en este territorio no se hiciera una parranda más, ni un festival, ni un carnaval más mientras se sigan muriendo de hambre, porque no podemos estar contentos, de parranda en parranda mientras persista esta dolorosa situación. En cierto modo los gobernantes en La Guajira se han especializado en Carnaval, parrandas y fiestas. Estas circunstancias hacen parecer que teniendo al pueblo medio borracho les queda más fácil hacer lo que mejor saben hacer. Esa es tal vez, probablemente la razón que desde ya se estén proyectando las de fin de año y el carnaval al comienzo del 2018.

Por otra parte las políticas públicas para niños, niñas y adolescentes debería ser implementada desde Bogotá, con personal de la capital del país, acá en La Guajira los encargados del cuidado de nuestros niños no pueden recibir dinero de los proyectos, se la roban y resultan con carro, casa y beca. Entonces, me pregunto ¿dónde están los entes de control?

Habría que decir también que el sistema de Salud de La Guajira no es el mejor, no está funcionando bien. El Ministerio de Salud tiene que entender que es primordial para que no se mueran los niños que no falle el sistema. Que la salud es un derecho fundamental, no puede ser vulnerado.

Mientras tanto parece que los tratados, las declaraciones internacionales y la misma Constitución no llegan a nuestros niños Guajiros. En realidad pareciera que el mundo entero protegiera desde el deseo, desde la teoría. Y, las intenciones no son suficientes para cambiar la realidad.

Pero de todos modos cuando mueren los niños por hambre y sed, siento que fracasamos como seres humanos, fracasamos como sociedad, y luego me pregunto: ¿para eso evolucionamos?