No se puede negar que la mejor forma de solucionar un conflicto armado, es el dialogo. Sin embargo, a los colombianos nos están mamando gallo. Nos prometieron que la negociación duraría seis meses, pero no fue así, se extendió por más tiempo; también, que no se haría política sin la entrega total de las armas, tampoco se cumplió. Pero, de todas estas falsas promesas la más indignante es la entrega de los niños y niñas reclutados por las Farc.
Lo que comenzó como una guerra bipartidista, hizo tránsito a un partido comunista alzado en armas. Dejando como resultado, más de cinco décadas de conflicto armado, donde el Estado perdió presencia en parte del territorio y la subversión se convirtió en el mayor grupo narcoterrorista del mundo, sin ideales políticos y asesinos del mismo pueblo que decían defender.
El fin de la amenaza terrorista contra la institucionalidad y la sociedad, algún día tenía que llegar. En este caso, llegó por la vía negociada. Criticada por unos y defendida por otros. Finalmente, quedan muchos interrogantes. ¿La guerrilla de las Farc entregará todas sus armas? ¿Dónde está todo el dinero generado durante décadas en el negocio del narcotráfico?
De todos los sapos que nos ha tocado tragarnos en este proceso, el que no podemos pasar en seco y hacernos los oídos sordos, es la entrega de la totalidad de los niños, niñas y adolescentes reclutados por la subversión para la guerra. Es indignante, como los líderes guerrilleros, en una forma completamente sínica, expresan a los medios de comunicación que ellos se han convertido en su familia y que los han acogido en su seno maternal.
¡Ni más faltaba! el grupo armado que más daño le ha causado al pueblo colombiano y a nuestro ecosistema, el mismo que dentro de sus políticas aplicó el aborto en adolescentes que reclutaban y violaban, resulta siendo un protector de la infancia en Colombia. Lo que no reconocen, es que su política de reclutamiento de niños y niñas consiste en una forma de prolongar su lucha armada en el tiempo.
Ante este escenario, el principio constitucional del interés prioritario de los niños, niñas y adolescentes; parece letra muerta. Pero no solo eso, también es preocupante, el silencio de la sociedad y la inoperancia de las instituciones estatales, que deben velar por el restablecimiento de los derechos de nuestra niñez. Máxime, cuando estos son principios universales.
En nuestro país, abundan las ONG defensoras de los Derechos Humanos, que ante cualquier equivocación de la Fuerza Pública, arremeten con todas sus fuerzas en contra de ella. Pero es curioso, que este aspecto no se pronuncia. No se conoce la primera querella internacional en contra de la guerrilla de las Farc por reclutamiento de menores.
Lo que si conocemos, son las demandas en contra del Estado colombiano por los falsos positivos. Ambos casos merecen justicia; pero es justo también, que si se pronuncian en un sentido, también se pronuncien en el otro. De esta forma demuestran su imparcialidad y su labor objetiva en lo que dicen defender. Seguramente no lo harán.
Desafortunadamente, nuestro país olvida rápido. Ojala, nunca olvidemos los litros de sangre que la guerrilla de las Farc le ha hecho derramar al pueblo colombiano, todos los crímenes de guerra que han cometido y que hasta en la negociación para el fin del conflicto armado, nos mamaron gallo.