El último episodio del rifirrafe o disputa mediática entre el Presidente Uribe y Daniel Samper Ospina nos deja múltiples reflexiones y enseñanzas. Lo más importante es que este es un episodio periférico de la vida nacional. El panorama político de 2018 es tan delicado y lo que está en juego es tan grande que el Presidente Uribe no debería estar “gastando pólvora en gallinazos”. Los gallinazos, zopilotes, chimangos, chulos, zamuros o jotes son aves oportunistas, carroñeras, que no viven de lo que cazan por sí mismas, sino que viven de lo que cazan los demás.
En el entramado cultural latinoamericano significa invertir o gastar mucho para obtener un resultado que no vale la pena o nimio. Ello deriva de la “mala y poca carne” que arroja el gallinazo una vez pasado por el fuego, una vez cocinado, pues de tan gran ave queda tan poco, que vale más la pólvora invertida que la pieza misma. Igualmente, en la política, como en las partidas de ajedrez, a veces se dan escaramuzas, que aun cuando se pueda pensar que son importantes, no lo son en realidad y distraen del objetivo final. Y es esto precisamente lo que ha ocurrido con la disputa entre el Presidente Uribe y Daniel Samper Ospina. Si se equivocó o no el Presidente Uribe, como algunos dicen, y que ha debido incluir las palabras “de derechos”, o si Daniel Samper Ospina, de manera directa o indirecta, con su sutil juego de palabras y humor de mal gusto, difama y calumnia o está al filo de la navaja de difamar y calumniar, no debería ser lo importante. Lo importante, lo realmente importante, es Colombia y su institucionalidad, maltratada por el Acuerdo Santos-Timochenko. En lo que respecta a las supuestas, directas o indirectas, calumnias y difamaciones, deberían ser las autoridades las que resuelvan quien tiene la razón y quien se debe retractar o asumir el peso de la ley por su decir calumnioso. Claramente, el humor y la pluma de Daniel Samper Ospina son vulgares, se pasan de la raya y son ofensivas. Se burla de los defectos de la gente, como cuando se burló de la mamá de un amigo diciendo que parecía una momia, creo que la de Tutankamón. La gracia está en el defecto, casi siempre físico, del otro y en su humillación pública, lo cual, desafortunadamente, es la regla general del humor colombiano. Me recuerda la carrera de cerdos en un parque de diversiones muy famoso de Colombia. La carrera de cerdos dura 3 minutos, pero el “show” una hora. En los 57 minutos restantes, el animador se burla del alto, del bajo, del tuerto, del gordo, del calvo, etc. Matonea y humilla, tal como lo hace Daniel Samper Ospina, atributo pulido cuando hacía sus primeras letras en el colegio, pero que sin duda lleva en su ADN. No sé si la palabra majadero sería la adecuada para definirlo. Tal vez no lo es, pues el majadero es impertinente y necio, pero no se da cuenta necesariamente del alcance de lo que dice. Daniel, que es muy inteligente, sabe y entiende lo que dice y hace. Así, con un hábil manejo de la imagen y las palabras, matonea y de manera indirecta coquetea con la difamación y la calumnia a través de sutiles insinuaciones, si es que no lo hace. Por ello, no cruzar la barrera de lo legal y el respeto debe ser mutuo. No se puede exigir respeto y moderación cuando el comportamiento propio no lo es. La disculpa del humor no puede ser patente de corso para humillar y sutilmente difamar y calumniar o estar al borde de ello. Si es del caso, que el Presidente Uribe corrija y se retracte, pero que deje, por favor, de “gastar pólvora en gallinazos” que no valen la pena, pues esos gallinazos, como Daniel, tienen dimensiones históricas minúsculas a su lado. A Daniel, simplemente hay que ignorarlo. Y si sigue con las suyas y si hay calumnias, simplemente denunciarlo. Y mientras tanto, mejor preocupémonos por la institucionalidad del país.