El país aún no sale de la consternación. El atentado en el Centro Andino en Bogotá cogió a la nación, como dicen, “con los pantalones abajo”.
Y mientras tanto, las instituciones están desacreditadas y la ciudadanía no les cree. Ello no es responsabilidad de las críticas o de la oposición democrática. Esto es responsabilidad de quienes detentan y ejercen, mal o bien, el poder. De hecho, el Gobierno, para firmar el acuerdo de La Habana, jugó sus cartas de manera ligera e hizo carambolas a muchas bandas. Empezó diciendo y ofreciendo unas cosas y terminó diciendo y entregando otras. Trató de dar tranquilidad a la ciudadanía, pero, al final, el grueso de la ciudadanía se sintió engañada. Tal vez es por esa razón que se oyen y leen en las redes toda una serie de teorías conspirativas relacionadas con el atentado del Andino. Julie Huynh, de nacionalidad francesa, fue una de las víctimas. No obstante, un sin número de teorías sobre ella y sobre su responsabilidad se han expresado, en uno u otro sentido.
Estas especulaciones están asociadas a su trabajo comunitario y solidario, a sus viajes en Latinoamérica y Cuba y haber sido parte del grupo de personas que acompañó a Hollande en el país. Todos estos no son más que asuntos circunstanciales y pura especulación en este momento. Favor flaco se les hace a las autoridades aventurar cualquier opinión sobre la materia. Por si fuera poco, se especula con los videos de las cámaras del Andino y sus alrededores, como si el hecho de que estos no hayan sido mostrados a la opinión significara que algo se está tramando y ocultando. Igualmente, esto en nada contribuye a la tranquilidad del país y a la labor de las autoridades.
También, la Fiscalía, en labor titánica y expedita, capturó a varias personas, presuntamente responsables de los hechos. No obstante, parte de la ciudadanía y de los medios, en lugar de apoyar de manera neutral la labor de las autoridades, ha servido de caja de resonancia de teorías conspirativas, de falsos positivos o de exculpaciones totales por las labores altruistas y los buenos muchachos que parecen ser. Esto tampoco contribuye en nada en este momento. Lo cierto es que la ciudadanía nada cree en este tiempo del “postconflicto” como resultado de lo que se coció a fuego lento durante siete años por este Gobierno.
La incredulidad y la desconfianza han tomado dimensiones insospechadas, por lo que las autoridades tendrán que hacer su mayor esfuerzo para esclarecer los hechos del Andino y retomar el camino de la credulidad y la confianza. No es posible construir país sin bases sólidas de entendimiento entre las autoridades y los administrados. Parte de esas bases sólidas son la credulidad y confianza que se construye con la certeza y veracidad de las comunicaciones.
Esperemos que en el 2018 un nuevo Gobierno retome este camino porque este Gobierno parece que ya no lo va a lograr.