El diccionario jurídico de Jaime Sierra García, define el hurto famélico como la figura jurídica que coloca a una persona que comete un delito contra la propiedad, movida por circunstancias especiales de procurarse la subsistencia, amenazada por el hombre inminente y que, por lo tanto, exime de responsabilidad al agente que actúa en el acto.
Sobre el hurto famélico escribió el juez Magnad “el hombre es susceptible de privar a todo ser humano, de una parte de su libre albedrio y de aminorar en él, en gran medida, la noción del bien y del mal que un acto ordinariamente reprensible, pierde mucho de carácter fraudulento, cuando el que lo comete obra impulsado por la imperiosa necesidad de procurarse un alimento de primera necesidad sin la cual la naturaleza, rehúsa poner en movimiento nuestra constitución física”.
Traigo a colación estos postulados jurídicos y de carácter sociológico, para analizar de manera breve la problemática de robar por pura y física necesidad, impulsado por las precarias condiciones de un sistema capitalista, globalizante, deshumanizante, donde lo que menos interesa es la suerte del humano, del hombre como tal.
En medio de tanta miseria, desplazamiento, injusticias, y para resumirlo todo en una sola palabra corrupción, que es la que genera lo anteriormente dicho, obliga a muchos individuos cargados de hijos, con necesidades y en medio de tanta indiferencia tomar finalmente la decisión del hurto famélico, el robo por subsistir, arriesgando consigo hasta su vida por obtener un pedazo de pan para él y los suyos; aunque no estoy haciendo apología al delito, considero que no existe responsabilidad alguna cuando un sujeto actúa movido por el hambre inminentemente, pero desafortunadamente a estos si se le aplica todo el peso de la ley, aquel a quien se robó una gallina para no dejarse morir de hambre, mientras los que causan injusticias, los ladrones de cuello blanco se pasean libremente por las calles y sus lacenas están tan llenas que cada vez que hacen mercado se dan el lujo de votar comida en buen estado, que para una familia de extrema miseria seria todo un manjar.
El rey David en sus peticiones solía decirle al creador: no me des riquezas, no siendo que teniéndola reniegue de ti, y no me des pobreza, no siendo que al ser pobre llegue a robar, dame lo necesario.
Es hora que seamos sensibles ante las necesidades de nuestros semejantes, los cuales llegan al hurto famélico por la necesidad y nosotros directa o indirectamente somos responsables.