Jamás, las verdaderas democracias se vieron en peligro real de sucumbir estruendosamente. Como nunca antes, las campañas políticas mentirosas y demagógicas lograron hacer tanto daño a la libertad de pensamiento. Los triunfos del Brexit en el Reino Unido, del No en el referendo por la paz en Colombia o la elección de Trump en Estados Unidos el año pasado vinieron signados por amenazas ficticias que calaron profundamente en electores desinformados, incapaces de confrontar las mentiras de campaña. ¿Qué viene ahora?
La propaganda política contemporánea aplica fórmulas, nunca gastadas y siempre efectivas, dirigidas a la ignorancia política de masas iletradas y manipulables. Adolf Hitler, en “Mein Kampf” –el libro más vendido en Alemania el año 2016, considere usted-, aseveraba que la propaganda efectiva apela a los sentimientos del público y no a su capacidad de razonamiento. Josep Goebbels aplicó con brutal eficacia 11 principios que, sumados al criterio del führer (fórmulas estereotipadas repetidas permanentemente, de amor u odio, con argumentos unilaterales e intencionalmente sesgados), pudieron hipnotizar a los alemanes al punto de odiar a los judíos –que aún persiste en muchos germanos- y, sin dilación, irrumpir en el infierno de la Segunda Guerra Mundial, creyéndose “raza superior” y depositarios del poder universal. El control de los “mass-media” fue vital para tan desquiciadas maquinaciones.
Las extremas radicales del mundo (políticas, económicas, militares o religiosas) parecen haber regresado con la misma estrategia nazi. Hoy, las dictaduras o las autocracias de izquierda o derecha parecen gemelos con distinta vestidura. La táctica es tan simple como eficiente: en actitud mesiánica, autoseñalarse como los únicos buenos y la solución verdadera para todos los problemas de sus naciones; declarar un enemigo único y atribuirle todos los males; convertir los medios de comunicación en aparatos de propaganda; machacar constantemente con lemas simples, vacíos o mentirosos, de fácil recordación. El debate racional desaparece: un alienado jamás podrá razonar. Paradójicamente, cada argumentación usada para combatir tal extravío mental refuerza esa demencia voluntaria. El academicismo es rebatido con letanías pavlovianas; el razonamiento científico, con desvarío delirante. Imposible de combatir.
Así, estas aterradoras facciones han aprendido de modo macabro las lecciones de la historia, pero no así las grandes masas, ignaras, incapaces de asimilarlo: los propagandistas se basan en titulares amañados y noticias de contenido vacuo, o entrevistas a modo de publirreportaje. El raciocinio se esfuma, la sana controversia se entiende como odio al pensamiento unicista imperante y, a quien debate, se le declara enemigo, también. Satanización, macartización, estigmatización...
El filósofo Jason Stanley, de la Universidad de Yale, en su reciente libro “How propaganda works”, analiza los graves peligros de la propaganda autoritaria para las democracias. Tema relevante y actual: las redes sociales han sido cooptadas por noticias falsas, desinformación, tácticas de confusión y propaganda negra, dirigidas todas a un público ávido de escándalos, encandilado por los ratings. Stanley dice que la propaganda política es información deliberadamente engañosa respecto de cómo lograr ideales y metas, impidiendo ver la realidad. Apela a las emociones de modo tal que el sano debate hace cortocircuito. La estigmatización de grupos minoritarios está siempre presente: se les declara “enemigo a derrotar”. Los “argumentos” son falsos y reduccionistas en busca de generar miedos a esos “enemigos”; el lenguaje, despectivo; y el insulto se convierte en aceptable. El estereotipo y la polarización son herramientas poderosas para los demagogos y populistas. Y sus agentes, transmutan a mentirosos compulsivos capaces de inventar hechos o intercambiarlos a conveniencia, preparados también para imponer su “realidad”. Las consecuencias son tan imprevisibles que, hoy, el mundo libre tiembla de sólo pensar en las atrocidades que se avizoran.
Una declaración del electo presidente Trump derrumbó la economía mexicana; otra, afectó a la moneda china; las empresas estadounidenses entran en pánico. Preparémonos para cualquier cosa. Estos líderes mesiánicos son impredecibles. Y, como dijo Newton en “Principia Mathematica: “con toda acción ocurre siempre una reacción igual y contraria”. ¿Qué sucederá cuando Trump se posesione y actúe? ¿Permitirán imposiciones los demás bloques políticos, económicos y militares? ¿Cómo reaccionarán los líderes mundiales? En todo caso, son aciagos los tiempos venideros, azarosos al menos. Pensar que, con educación real, se resuelven estos problemas pero esos populistas demagogos todo quieren menos naciones educadas. En este año electoral preparémonos para lo peor, tal como lo reclama la Ley de Murphy...