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Mié, Dic

Cayó el telón

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Roger Romero Pinto

Roger Romero Pinto

Columna: Opinión

e-mail: rogermarioromeropinto@hotmail.com
"es importante que podamos mantener los pies sobre la tierra y logremos sacar del debate público de la polarización que se ha centrado en nuestro país y nos hemos olvidado de combatir los verdaderos fenómenos que contribuyan a la paz"


No es cierto que Colombia lleve 52 años de conflicto armado; ya los pueblos indígenas conocían la guerra y desde la época de la conquista se volvió más atroz. Llevamos mucho tiempo de dolor y sangre en nuestro país, y podemos cerrar ese episodio si estamos o no de acuerdo con lo que se construyó en Cuba durante estos últimos años.

Después de cuatro años y medio se llegó al “todo está acordado”. El miércoles 24 de agosto, se dio a conocer por parte del Presidente Santos en las escalinatas del capitolio los voluminosos textos de los acuerdos de paz.

Son 297 páginas condensadas que involucran diferentes decisiones producto de la negociación que merecen por todos los colombianos sin excepción, una lectura cuidadosa a fin de entender lo acordado y previo a votar conscientemente en el plebiscito que los refrenda.

A pesar que las tasas de deserción de la educación en este país son altas, y que estadísticamente el promedio de lectura de un colombiano es de los más bajos en América Latina, no puede irse a las urnas el próximo 2 de octubre sin haber leído lo acordado, ya que en términos del negociador Humberto de la Calle es “el voto más importante de Colombia en los últimos 60 años”. De ahí que tanto impulsadores del SÍ como los del NO asuman la importancia de la pedagogía de los acuerdos sin que se le esconda al ciudadano colombiano aquellas decisiones que son trascendentales en el futuro de la República.

Más allá de la euforia del SÍ arreciando sus críticas contra quienes decidieron votar por el NO, es importante que podamos mantener los pies sobre la tierra y logremos sacar del debate público de la polarización que se ha centrado en nuestro país y nos hemos olvidado de combatir los verdaderos fenómenos que contribuyan a la paz. Seguridad, salud, educación, servicios públicos óptimos, generación de ingresos formal, entre otros temas son los que verdaderamente nos llevaran a una paz territorial.

Y no escatimo esfuerzos para reafirmar lo anterior. El fin de semana pasado, tan pronto cayó el telón en La Habana se reiniciaron los apocalípticos augurios en caso de un triunfo del NO en el plebiscito, unos prediciendo el retorno a la guerra, otros presagiando crisis insuperable, ignorando con calculada premeditación el regreso al monte de la guerrilla, desconociendo lo dispuesto por la H. Corte Constitucional de que la paz es un “derecho fundamental axiomático” y que si gana el NO “es un deber constitucional del Ejecutivo y las demás ramas del poder público hacer lo propio en su consecución y consolidación”.

En todo caso aun sin conocer la pregunta, la cual terminara siendo la que emocionalmente atrape al indeciso, el plebiscito se convierte en una prueba para la democracia porque, como si fuera poco, el ciudadano tendrá que acudir a las urnas en medio de unas FARC que, sin haber entregado las armas, harán el mejor esfuerzo por mantener el proselitismo armado.