Las cárceles están llenas. Las personas detenidas sufren inhumano hacinamiento y no hay poder humano que solucione la situación. Se ha acudido a todas las fórmulas y ninguna ha dado resultado. El Estado gasta enormes sumas de dinero en construir cárceles nuevas, pero el número de detenidos es superior a los cupos creados. La situación es insostenible e incorregible a pesar de la preocupación del gobierno, de los Jueces y del Congreso Nacional. Nada de lo que se hace o dispone es suficiente para atender tan complejo problema.
Del ello se ocupó la Comisión Primera del Senado en un debate de control político promovido por el distinguido Senador Manuel Enrique Rosero, en el que tuvo destacada actuación la Senadora Doris Vega. Estuvieron presentes los Ministros de Justicia y de Salud y altos funcionarios. La sesión, en la que se comentó el tema carcelario, fue de gran interés y puso de nuevo sobre el tapete la magnitud del problema. Sirvió, además, para que el gobierno proporcionara informes y se comprometiera otra vez a encontrar soluciones acertadas.
No obstante el interés demostrado en el debate y las sanas intenciones de todos, la situación va a continuar porque no ha sido posible que en tantos años el país asuma el estudio del delito y del delincuente. Claro que es bueno que se creen nuevos Juzgados y se construyan más cárceles. Algo se logra a título de paliativo para una enfermedad tan grave. Pero para curarla hay que ir a la raíz de la problemática. Hay que averiguar por qué se delinque, cuales son las razones por las cuales el crimen agobia a Colombia con tan graves manifestaciones de descomposición social.
Los niños colombianos nacen buenos como los de Suiza, pero a muchos los corrompe la sociedad, el desamparo, el abandono social, el pésimo sistema educativo, la falta de ingreso en las familias, el entorno descompuesto, la falta de oportunidades y la miseria. Ya es hora de que se vuelva a pensar que la miseria y el desamparo social crean condiciones para el delito. Y de que asumamos que somos un país con enorme pobreza y dramáticas desigualdades.
No hay prevención del delito. No hay resocialización para los delincuentes. Tampoco hay preocupación, porque la sociedad se tapa los ojos para no sentirse responsable. Requerimos un gran propósito nacional para solucionar las crisis de la delincuencia, la justicia, la desigualdad y de las cárceles.
Es un derecho universal la presunción de inocencia. Aquí no se aplica. Los sindicados de un delito van a la cárcel, muchas veces injustamente y por largo tiempo. Se aprobó una ley para darle validez a la presunción acotada, pero habrá que postergar su aplicación por el temor de que muchos procesados queden en libertad. Está bien que sigan detenidos los criminales peligrosos y los responsables de graves delitos, pero los demás deben salir. Cuando no existe condena se impone la libertad provisional. Así, además, se contribuye a descongestionar las cárceles.