Es cierto que deben respetarse las patentes y los derechos de autor, como regla general. Pero cuando está de por medio la salud del pueblo, hay que estar con el pueblo.
A propósito del tema del Glivec, se está planteando un sofisma inadmisible. Dicen que como deben respetarse las normas internacionales y las nacionales sobre marcas y patentes so pena del repudio general y de drásticas sanciones de los Organismos Multilaterales, a Colombia no le queda más remedio que aceptar los altísimos precios que las multinacionales de los medicamentos imponen a sus productos, así ello cause graves perjuicios y hasta la muerte a nuestros enfermos. Eso no es cierto. Por ello lo del sofisma, que es una mentira con apariencia de verdad.
Las disposiciones que regulan las relaciones entre los países, las del comercio internacional, las vinculadas con las patentes, tienen excepciones relacionadas con el decoroso vivir de la gente, con su existencia, con la comida, con el agua, con la naturaleza y desde luego con la salud. Todo lo que en el mundo se hace, todos los esfuerzos por la armonía planetaria, la creación de la ONU, de los mecanismos regionales, las decisiones para comerciar y hasta para guerrear, están concebidas en el respeto a la dignidad humana.
Por eso las obligaciones sobre los Derechos Humanos y el Derecho Humanitario, las normas sobre la igualdad, el respeto a la diferencia, las definiciones sobre etnias, las prohibiciones sobre las armas de destrucción masiva, las obligaciones con el medio ambiente y muchas otras. Todas y cada una de las preocupaciones de las naciones y del mundo entero tienen que ver con las personas, con sus derechos y especialmente con su salud y su vida.
So pretexto de defender derechos individuales y el interés económico de unas multinacionales, no nos pueden salir con que a Colombia se le vendrá el mundo encima si el gobierno declara de interés público la fórmula del Glivec por su altísimo precio, de manera tal que dicho fármaco pueda ser producido por otros laboratorios a precios bajos. Se trata de un medicamento esencial para combatir la leucemia y otras enfermedades graves, lo que es casi imposible de atender a los indignantes precios que impone Novartis.
¡Hay que hacerlo! Nuestra Constitución obliga al Estado al respeto de la dignidad humana, a la prevalencia del interés general, a proteger la vida de las personas, a reconocer sus derechos inalienables entre ellos la inviolabilidad de la vida y a que el interés privado ceda al interés público o social. La salud es un derecho fundamental y entre nosotros es obligatorio que prevalezca el bien común.
Hace bien el Ministro de Salud en oponerse a los abusos de Novartis. ¿Hay dudas en el alto gobierno? Porque lo obliga la comunidad internacional, porque lo impone nuestro derecho, porque es cuestión de humanidad, estas dudas se deben resolver a favor del pueblo. Doctor Alejandro Gaviria, pulso firme, ni un paso atrás.