Seguramente a la clase política conservadora y retardataria del continente y el país no le gusta este término, por su connotación relacionada con la homosexualidad. Pero es cierto que a veces la derecha no soporta más y se muestra como es, se destapa: sale del closet. A veces ya no puede mentir, ya no puede disimular, ya no puede aparentar lo que no es y se sale.
La derecha brasileña es un buen ejemplo para empezar. Varios de sus sectores, como el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), le hicieron guiños a la candidatura de Dilma en 2010 y realizaron alianzas para su reelección en 2014. Sin embargo, parece que desde hace tiempo venían gestando ese ‘golpe de Estado blando’ que consumaron la semana pasada. En parte para darle final a un proceso democrático y progresista que venía amenazando los privilegios de los sectores empresariales de Brasil, mermados en sus ingresos por una recesión económica que sacude al continente y al mundo, producto de la cesación de la bonanza petrolera y la crisis financiera y no de la falta de resolución gubernamental; en parte para tapar con una mano, la olla podrida que se había gestado en varios estados del país y que envolvía, y envuelve aún, a aquellos que se quieren erigir como jueces de la presidenta. Michel Temer y Eduardo Cunha, dos de los fraguadores del golpe, tienen bastante ensuciado su prontuario como funcionarios: Cunha está acusado de haber recibido 1,4 millones de dólares en sobornos y de tenerlos en cuentas bancarias de Suiza, no habiéndolos registrado ante el Banco Central de Brasil. También ha sido acusado de compra de votos, sobornos y lavado de dinero. Por varios de estos cargos fue retirado de la presidencia de la Cámara de Diputados. Temer está ahora gobernando Brasil, con un célebre gabinete donde no hay mujeres ni negros, pese a las denuncias que hay en su contra. La guinda del pastel es que otro gobernante, que pertenece a esa derecha que de tanto en tanto muestra abiertamente sus reales y enraizadas intenciones, fue el primero del continente en reconocer el gobierno de Temer, como un acto de aliento y connivencia: el argentino Mauricio Macri.
En Colombia, la derecha no es más recatada. Antes es una de las instructoras de ese cinismo continental. El Procurador Ordoñez había ya iniciado una gira, hace por lo menos un mes, para ‘escuchar quejas’ sobre restitución de tierras en distintos lugares del país. Fue secundado por las declaraciones del señor José Felix Lafaurie, quien decía que representando los intereses de los ganaderos, mostraba su inconformidad con la restitución de tierras y los acuerdos alcanzados en La Habana. ¡Vaya sorpresa! Luego, en la marcha uribista del 2 de abril, aparecieron imágenes de manifestantes que vestían camisetas con la frase: ‘No a la restitución de tierras’. El descaro fue más allá. Hace unos días, Uribe Vélez proclamó que si se materializaran los acuerdos de La Habana, él se vería en el deber ciudadano y moral de convocar a los colombianos a la ‘resistencia civil’. El término ya había sido utilizado por Carlos Castaño, en el siglo pasado, para decir que los paramilitares que comandaba eran la expresión genuina de la resistencia civil frente al avance de la guerrilla en el territorio nacional. Qué coincidencia. Como otra cereza del postre, hay que recordar la andanada de medidas, pronunciamientos y apariciones en que el alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, ha salido del clóset para demostrar su arribismo, elitismo, y por supuesto, estupidez e ineptitud. Sus funcionarios están por imitarlo