En dos meses, cuando según el Ideam vuelva a llover, seguro nos habremos olvidado de la falta de agua que hoy padecemos, del mismo modo que ya olvidamos la inundación de hace cinco años.
Y en el Magdalena se vuelven a lavar las mismas manos: Corpamag que dice que vigila e invierte, el gobierno dice que envía el dinero pero que no se ve, los entes de control dicen que advirtieron y los gobernadores y alcaldes dicen que invierten pero no les alcanza.
Es el crimen perfecto: sin culpables; cuando en últimas la verdad es que Corpamag no cuida ni recupera, que el gobierno aunque maneja termina culpando a las entidades territoriales y que los alcaldes naufragan con meras soluciones coyunturales como pimpinas, carrotanques y pocitos.
Romper este perverso círculo vicioso sería el inicio para la solución coyuntural. Pero en lo estructural se requiere mucho más. Curiosamente, para el exceso de agua que regularmente nos inunda y la carencia que hoy padecemos aplicaría la misma solución: una infraestructura que reciba los excesos del invierno y alimente los escasos caudales del verano. Una especie de represa que seguramente ya muchos descartaron por falta de plata. Pero la buena noticia es que esta represa ya está construida hace siglos. Son los humedales de la Depresión Momposina, cuya función milenaria ha sido, precisamente, regular en sus centenares de ciénagas los niveles de agua.
Esta dinámica la demuestra el río Cesár que en invierno fluye en sentido sur-norte, recibiendo las aguas, y en verano varía su curso cuando, a través de su cauce, las ciénagas devuelven el agua al río Magdalena cuenca abajo brindándoles agua a los municipios de su zona alta.
Una perfecta obra de ingeniería natural de cuyo buen funcionamiento depende el equilibrio entre los excesos y las carencias de agua de todo el país. Pero con los años este sistema de humedales y ciénagas ha perdido sus niveles naturales y su espejo de agua se ha visto drásticamente reducido por cuenta de la sedimentación, la tala indiscriminada de sus riberas y la presión de actividades como la ganadería y la pesca.
Gran parte de su área ha pasado a manos de particulares que simplemente corren la cerca a medida que el espejo de agua retrocede.
Este deterioro incide en la capacidad de absorción de agua de esta represa natural lo cual, sin duda, impactó en las inundaciones del año 2010 y la sequía que actualmente afecta a los pueblos ribereños.
Y aquí cabe preguntar: ¿Por qué el gobierno nacional nunca ha emprendido una política seria de conservación en este ecosistema que, sólo en términos hídricos, es de indiscutible importancia estratégica para toda Colombia?.
Una alternativa de solución es la creación del Parque Nacional Pocabuy, conformado por las ronda hídrica de las cuencas de las Ciénagas de Chilloa y Zapatosa, para que sea el Estado quien posea y administre la ronda hídrica y su área de influencia a través de una nueva Corporación Autónoma Interdepartamental, acorde con el criterio de unidad geoambiental y la eficiencia que hoy en día no cumple Corpamag. Sólo con los $17.121 millones que Corpamag se gastó en asesorías en el 2014 y los más de $300 millones que recibió por sobretasa ambiental de los siete municipios del sur, ya se hubiesen recuperado y/o comprado las primeras diez mil hectáreas que permitan comenzar a controlar el uso de esta represa natural. Aquí es donde sí debería el gobierno aplicar sus ejercicios de costo de oportunidad con que infructuosamente quiso justificar lo de Isagen.
El impacto del Parque Nacional Pocabuy es multisectorial y no sólo a nivel de regulación hídrica, para solo mencionar el potencial productivo y turístico que impulsaría a esta bella pero invisibilizada región de Colombia. Y hay que actuar antes que las primeras lluvias nos hagan olvidar otra vez la falta de agua.
Por: Edward Torres Ruidiaz
Comparte: