El pasado 12 de diciembre, representantes de 195 países reunidos en París aprobaron un acuerdo final en la Conferencia COP21 que se espera podrá entrar en vigor a comienzos de 2016. Dicho acuerdo ahora deberá ser ratificado por 55 países que representen al menos el 55% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero.
El texto es, como era de esperarse de un acuerdo entre tantos Estados y sobre un tema tan amplio, ambiguo y con muchas nebulosas en distintas áreas. Por ejemplo, apunta que los 'países ricos' apoyarán financieramente a los 'países pobres' para que reduzcan sus emisiones y se adapten a los efectos del cambio climático, pero no establece montos específicos. Tampoco se incluyeron sanciones para los países que incumplan los compromisos, aunque sí los compromete a informar sobre sus emisiones. El núcleo del acuerdo en sí, es su revisión quinquenal, la meta de no aumentar la temperatura global en dos grados centígrados y los fondos cercanos a los US$100.000 millones que se otorgarán a países en desarrollo, a partir de 2020. Pero sobre todo, el rasgo que lo define como un acuerdo sin antecedentes es que el texto tiene efectos jurídicos vinculantes para los países firmantes, es decir, que se puede ejercer extrema vigilancia y presión sobre ellos para que adelanten todos los procesos necesarios para cumplir los objetivos. Algo que no se logró en Copenhague en 2009.
Sin embargo, se escuchan muchas voces críticas que señalan la demagogia e irrelevancia del acuerdo, pues con anterioridad a este, muchos gobiernos han cruzado la línea roja trazada por sectores científicos y sociales que han advertido los peligros de explotar desaforadamente el medio ambiente. Tom Kucharz, integrante de Ecologistas en Acción, ha advertido que aunque la mayoría de los medios de comunicación señalan el acuerdo como algo "histórico", no es más que un texto que en realidad es "inhumano, engañoso y esquizofrénico" y que entre otras cosas acepta implícitamente que la temperatura del mundo pueda aumentar en los próximos años entre 2,5 y 3,7 grados centígrados, dado que la revisión de los planes se hará cada cinco años, y en este período el aumento puede ubicarse por encima de los advertidos dos grados. Por otro lado, el científico James Hansen, considerado 'padre de la conciencia sobre el cambio climático', lo calificó como un "fraude". Pues para él, el intento de mejorar las políticas y acciones que perjudican al medio ambiente y de reducir las emisiones de gases cada cinco años, es sólo una promesa, no un compromiso. "No hay acciones, solo promesas. En la medida que el combustible fósil sea el más barato, se seguirá quemando".
Al final de este sondeo, se podría concluir que la esperanza sobre un freno a la destrucción de nuestro planeta no reposa en los grandes conglomerados económicos, que de hecho observan con apetito voraz el hecho de que los polos se estén derritiendo, sino sobre la población de la periferia global, que será la primera afectada si la temperatura sigue subiendo. Los habitantes de pequeñas islas, que podrían quedar bajo el agua si sube el nivel del mar, son quienes prenden de primeras las alarmas. Igualmente, los habitantes de lugares áridos, con pocos recursos hídricos. La preservación del medio ambiente, evidentemente depende de un cambio en la forma de vida de todos los humanos alrededor del mundo, al menos en tres aspectos fundamentales: el primero, la búsqueda decidida de energías alternativas que desplacen del primer lugar a los combustibles fósiles, sobre todo en materia de transporte, lo que llevaría a un uso generalizado de vehículos eléctricos.
Por: Sebastian Herrera Aranguren
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