Al finalizar el 2014, el panorama no fue nada alentador para este departamento del norte de Colombia. La sequía, la desnutrición infantil, la crisis del petróleo y el contrabando de gasolina en la región, entre otros tantos problemas, fueron rematados por la indignación que produjo la "fiesta de fin de año" que ofreció el gobernador para sus funcionarios, en la cual se presume que se invirtieron 180 millones de pesos.
La sequía que sufrió el departamento, durante gran parte del año pasado, no fue mitigada completamente por la asistencia estatal, ni por las ayudas solidarias que otras regiones del país enviaron con presteza, para aliviar la tremenda crisis de agua potable y alimentos. La cifra, al 30 de diciembre de 2014, era de 45 niños muertos por desnutrición en La Guajira; la mayoría de ellos wayuu. Más allá de las razones y causas que arguyan las entidades, la administración gubernamental, e incluso el Ministerio de Ambiente sobre la sequía, asombra la displicencia y el desgano con que se actúa para prevenir o reparar la desnutrición, la escasez de agua, o la insalubridad, producto de la sequía. Los colombianos y colombianas, estamos ya acostumbrados a que las catástrofes naturales parezcan más grandes y golpeen más fuerte de lo que son, debido a la inoperancia estatal para refrenar el caos y los contratiempos que produce la naturaleza. Más aún, cuando esta se desata con furia contra las regiones y poblaciones más aisladas, olvidadas e incomunicadas del país. Es cierto que el ser humano no ha podido, y tal vez jamás pueda controlar las fuerzas naturales, pero dado el desarrollo tecnológico y técnico de la humanidad, es posible predecir, aligerar y reparar los daños causados por ellas. Dejar a su suerte a las comunidades, ya sean animales o humanas, azotadas por estos desastres, es muestra de falta de voluntad y no de medios.
Por otra parte, el tema del contrabando de gasolina y las rentables inversiones que hace Carbones del Cerrejón, que recientemente inauguró su segundo muelle de cargue, es una evidencia más de que muchas regiones del país están presentes en los cerebros económicos, cuando de ellas se puede extraer recursos y generar riqueza, sin importar el costo ambiental, ni la diferencia abismal que exista entre dichos réditos y los niveles de bienestar de los habitantes de estos territorios. El contrabando de la gasolina en La Guajira, refleja la posibilidad que existe en el departamento para comerciar ilegalmente el combustible y la dificultad que tienen las autoridades para enfrentar esta mafia, la cual se ha enfrentado a la Policía, en distintas ocasiones, con hombres armados.
El futuro cercano para La Guajira, se debate entre las posibles mejorías y la rutinaria desesperanza. Noticias como la de que una comunidad wayuu recibirá el capital inicial para crear su propia empresa de tejidos, o la de que los niños guajiros siguen recibiendo donaciones de distintas partes del país, hacen pensar que todo es susceptible de mejorar y avanzar. Pero de otro extremo, llegan noticias como el advenimiento del "Fenómeno del Niño", que nuevamente golpeará a La Guajira y a otros departamentos, y hace presagiar lo peor por causa de la ya nombrada negligencia estatal para atender estas alarmas naturales.
Más allá de si el 2015 traerá por fin lluvia, o más sequía al departamento, la pregunta debe rondar sobre los temas sociales, económicos y políticos que afectan esta bella punta nororiental del país Se requiere una mayor veeduría estatal y ciudadana para garantizar transparencia y disminución de la corrupción en el manejo de los dineros provenientes de regalías, que no son pocos ni desestimables. Se necesita un plan de acción decidido de las autoridades y la fuerza pública, para combatir el contrabando y la especulación de los combustibles. Se espera un compromiso real de las empresas mineras presentes en la región, para frenar los daños ambientales y sociales que producen sus actividades de extracción. El cuidado y diligencia que se le dedique a estos temas, serán decisivos para detener la desnutrición, pobreza, daños ecológicos, y demás hecatombes que carcomen a La Guajira.
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