En los albores de la humanidad, nació en Grecia la concepción de un gobierno del pueblo para el pueblo, en donde las decisiones más importantes debían ser concertadas en la plaza pública entre los habitantes de las ciudades-estado, asumiendo cada uno la responsabilidad de expresar su criterio y respaldarlo por el voto público.
A través de los tiempos, esta concepción ha sufrido muchas interpretaciones y variadas modificaciones de forma, pero su fondo, sigue siendo ese espíritu participativo e incluyente que le dio origen.
Hoy, vemos cómo, en nombre de la Democracia, se cometen barbaridades y atrocidades contra los pueblos que, en razón de sus distintas concepciones de lo que es la organización social y el papel del estado, son diferentes al mundo occidental pero, en su seno, albergan riquezas naturales energéticas y similares altamente codiciadas por las sociedades " civilizadas", lo que se convierte en el motivo real de intervenciones militares en contra de poderes legalmente establecidos para apoderarse también "legalmente" de esas riquezas orquestando todo un proceso de desinformación y estigmatización de lo establecido para justificar los atropellos y la apropiación de los recursos propios de aquellas naciones de pensamiento y concepciones políticas diferentes.
Este es el ejercicio de una "Democracia" cautiva de la corrupción, utilizada como arma de guerra al servicio de los intereses de los poderosos, como lo vemos hoy en Libia, en Irak, en Afganistán y en otros países eminentemente productores de petróleo, la verdadera razón de toda la parafernalia y el montaje de culturización de las naciones "civilizadas" para apropiarse de sus riquezas.
En Colombia, también vivimos en medio de una democracia cautiva y sometida por la corrupción en lo político, lo económico y lo social, en donde, hasta hace muy poco abiertamente, los que piensan y conciben las cosas y los hechos en forma diferente a como lo hace el gobierno, son declarados "Terroristas", de tal forma que cuando se expresan criterios distintos sobre cómo se conciben y se firman, por ejemplo, los contratos de exploración y explotación de recursos mineros en el país, favoreciendo, de forma por demás sospechosa, ampliamente los intereses de las transnacionales explotadoras en detrimento abierto de los derechos de goce y beneficio de las comunidades productoras, somos "Terroristas"; cuando expresamos nuestro desacuerdo en la forma como se contratan obras de infraestructura física supuestamente para resolver problemas comunitarios que se eternizan en el tiempo y se disparan en sus costos favoreciendo solo a los contratistas y a quienes, desde la administración, están detrás de ellos, como el caso Nule en Bogotá, somos "terroristas"; cuando nos oponemos al macro daño ambiental y a la muerte de todo un ecosistema por el desvío de nuestro rio insignia en la Guajira para favorecer los intereses expansivos de un proyecto minero que muy poco, proporcionalmente a sus ganancias, le ha dejado al departamento y que tampoco genera empleo para los guajiros calificados y ha desconocido olímpicamente hasta sus obligaciones tributarias con el ente territorial con el sospechoso beneplácito de un gobierno callado y arrodillado, condenando al fracaso a nuestra Universidad de la Guajira por el no pago de la estampilla Pro-universidad porque a ellos no les da la gana, somos "Terroristas".
Pero es tan bella la Democracia pura que hoy nos permite elegir nuevamente a quienes van a manejar nuestra cosa pública y desde allí podrán ponerle coto a tanta barbaridad, ¿Será que sí?.