Escrito por:
María Padilla Berrío
Columna: Opinión
e-mail: majipabe@hotmail.com
Twitter: @MaJiPaBe
Estudió economía en la Universidad Nacional de Colombia y actualmente se encuentra terminando sus estudios de Derecho en la Universidad de Antioquia. Nacida en Riohacha, radicada en Medellín. Ha realizado varias investigaciones académicas con la Universidad Nacional y se ha desempeñado como ponente en diversos eventos académicos a nivel nacional e internacional. En la actualidad es dependiente judicial y dirige el cine club de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia.
Una columna que ha suscitado todo tipo de controversias en los últimos días, quizás por tratarse del autor que la expone, tal vez por inesperada, o tal vez por las conclusiones que, a mi juicio, pueden tornarse un poco ligeras, trae a colación todo un debate histórico del cual, indiscutiblemente, la estirpe Santos se visibiliza como una de esas familias que, desde el principio de los tiempos, ha ostentado el poder y representado esa élite rancia que tanto daño le ha hecho al país.William Ospina, un intelectual caracterizado por su posición izquierdista, sorprendió en su columna del domingo primero de Junio por su apoyo a un candidato que, en contra de todos los pronósticos, ha logrado sacarle el quite a las explicaciones que el país se merece por los escándalos en los que se ha visto envuelto últimamente.
En la controvertida columna Ospina concluye que, entre Zuluaga y Santos, el candidato de Uribe es el mal menor, porque como Juan Manuel tiene cien años y su familia ha ostentado el poder desde siempre, se necesita "un cambio de manos". La conclusión, aunque válida, me parece algo ligera y desafortunada en tanto no podemos caer en el juego de la "renovación" porque sí, si es que Uribe representa renovación.
Sin el ánimo de decir qué debe y qué no debe hacer, señor Ospina, respetando todo el derecho que tiene a pronunciarse y expresar lo que piensa, creo que, si iba a criticar la casta Santos, no era necesario decir que Uribe era un mal menor, pues, si bien es cierto que los Santos han ostentado el poder a lo largo de la historia de Colombia, y que esa situación los ha llevado a incidir y ser responsables, en alguna medida, de muchos de los males que nos aquejan hoy, no quiere decir ello que, en contraposición, Uribe es un mal menor, pues, me atrevería a aseverar que no se necesitan cien años para demostrar qué se es, él en su trayectoria ya ha dejado claro quién es.
Ahora, antes de continuar me gustaría hacer dos precisiones: ni soy defensora de Santos ni creo que un apretón de manos con las FARC nos traerá la paz. Se necesita un reajuste institucional y social profundo donde las circunstancias que siguen alimentando el conflicto se eliminen de raíz. Por ello, tampoco creo ciegamente en la mesa de la Habana y no estoy muy segura a dónde llegará todo esto, pero si me preguntan qué prefiero, escojo la mesa de diálogos, tal vez algún día lo logremos y paremos esa matanza absurda de la que muchos de nosotros no somos más que espectadores. Lo paradójico de la guerra en Colombia es que, por lo general, a los que nunca nos ha tocado padecerla, pretendemos decidir el destino de la misma.
Ahora, retomando el tema de la estirpe Santos, me asalta una duda, relacionada con el sustento de su columna. Si una de las razones para votar por Zuluaga es porque es el candidato de Uribe y, por ende, representa un cambio, ¿qué hubiese pasado si Francisco Santos hubiera sido el ungido de Uribe? ¿Podría yo deducir que igual asumiría a Francisco Santos como un mal menor por estar respaldado por Uribe? Aunque yo sé que su molestia también radica en la ambigüedad del discurso de Juan Manuel, que a mí también me molesta, no olvide que Uribe, si bien no finge amar a la oposición, sí finge favorecer al pueblo, quedó demostrado en su campaña hacia el Senado donde no hizo más que prometer mejoras laborales cuando en sus ocho años dio al traste con cien años de lucha de la clase trabajadora.
No podemos poner a cargar a las personas con su pasado ni exonerar a las otras por el pasado de los demás. Uribe y Zuluaga cargan con señalamientos muy graves, de los cuales no podemos absolverlos aduciendo su argumento. Pero no se preocupe señor Ospina, yo entiendo que tal vez todo este asunto obedeció a la misma encrucijada en la que nos encontramos muchos, a esa preocupación que nos asalta por estos días sobre qué escoger, pues, entre estos dos males, Santos y Uribe, ¿cuál es el mal menor? Y yo me atrevería a preguntar, ¿si hay mal menor?