Escrito por:
María Padilla Berrío
Columna: Opinión
e-mail: majipabe@hotmail.com
Twitter: @MaJiPaBe
Estudió economía en la Universidad Nacional de Colombia y actualmente se encuentra terminando sus estudios de Derecho en la Universidad de Antioquia. Nacida en Riohacha, radicada en Medellín. Ha realizado varias investigaciones académicas con la Universidad Nacional y se ha desempeñado como ponente en diversos eventos académicos a nivel nacional e internacional. En la actualidad es dependiente judicial y dirige el cine club de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia.
Si bien es cierto que uno de los principios de la democracia, por antonomasia, es la libertad, también es válido señalar que ésta debe ejercerse dentro de ciertos parámetros razonables, es decir, no puede ser libertad porque sí, ejercida de cualquier manera y mucho menos amenazando las estructuras de la democracia, como es la elección de gobernantes mediante sufragio.
Es cierto que votar es un derecho, y es libre, pero por el interés general y por la importancia que reviste el sufragio, es imperativo que haya una conciencia de deber, más que moral, un deber ciudadano frente a elegir. ¿Cómo pedimos buenos gobiernos si elegimos mal o, en el peor de los casos, no elegimos? El compromiso siempre empezará por nosotros.
Yo sé que suena muy romántico, y puede que sí sea así, pero es un romanticismo posible, se puede conseguir que todos voten. Si partimos de que en Colombia más del 50% de los habilitados para votar son abstencionistas, ¿qué podremos decir de nuestra democracia?, algo anda mal. Y es cierto, muchas personas están cansadas de lo mismo, definitivamente no creen en la democracia y piensan que su voto no hace la diferencia, ¿Pero millones de votos?
Algunos promueven el abstencionismo como una forma de protesta, y bajo las condiciones actuales, es válido, ¿pero podemos hacer un cambio vía abstencionismo? Si bien es cierto que las maquinarias electorales de este país tienen el manejo minucioso de la compra de votos, ¿tendrán capacidad económica para comprar los de los millones de abstencionistas? Tal vez, sin abstencionismo, los candidatos se vean obligados a dar más propuestas que dinero, y analizando las propuestas podemos intuir quién es quién.
El límite de la negociación de votos radica en la cantidad de votos a comprar. Con más del 50% del electorado por fuera de la contienda los costos son mucho más bajos, y la posibilidad de comprarlos es mucho más viable. Con el total del electorado sufragando los votos a conseguir, y que deben garantizar los que trafican con votos, es mucho mayor, ¿tendrán presupuesto para tanto?
La Carta Política que tenemos hoy por hoy es una larga lista de derechos, con unos cuantos deberes, pero la mayoría inasibles, como el derecho a la paz, ¿eso por dónde se agarra? ¿Ante quién lo exijo? ¿Eso con qué se come? Y podemos quedarnos todo el día tratando de encontrarle la cola y, estoy segura, podemos tardar años, si es que no toda la vida, tratando de descifrarlo.
De lo anterior, el llamado es a ir más allá del discurso de la libertad, el libre desarrollo de la personalidad y esa serie de derechos que, si bien tienen más asidero, no pueden interpretarse en el sentido más ampliamente irresponsable y desbordado. ¿Votamos si queremos? ¿Acaso no es un asunto de interés general? ¿No prima el interés general sobre el particular? ¿De qué estamos hablando entonces?
Si pagar impuestos fuera una elección, ¿cómo podríamos vivir en sociedad? y bueno, en nuestro medio nos gustaría hacer objeción de conciencia al recibo de catastro, al impuesto de rodamiento, a cualquier IVA o 4 por mil que nos aparezca, precisamente porque se lo roban ¿Y quién se lo roba? ¿Y cómo podemos evitar que se lo robe?
Pero bueno, el impuesto sí es una imposición, en medio de una democracia, ¿y votar no? ¿A quién le conviene que más de la mitad de los votantes habilitados no voten? ¿Será que caben los discursos en medio de tanto caos? ¿Vamos a resolver los problemas invocando derechos y libertades que, más allá de si me da la gana o no, es un asunto de interés general? Además, el derroche de dinero que implica tener que romper millones de tarjetones al final de la jornada electoral, los tarjetones de esos que no acudieron a su cita con la democracia, es perverso.
La cédula, mis queridos compatriotas, no es sólo para entrar a una discoteca, o para cobrar un retiro, o para abrir una cuenta bancaria, o para sentirse importante cuando se cumplen los 18 años, ¡también sirve para votar!