Escrito por:
María Padilla Berrío
Columna: Opinión
e-mail: majipabe@hotmail.com
Twitter: @MaJiPaBe
Estudió economía en la Universidad Nacional de Colombia y actualmente se encuentra terminando sus estudios de Derecho en la Universidad de Antioquia. Nacida en Riohacha, radicada en Medellín. Ha realizado varias investigaciones académicas con la Universidad Nacional y se ha desempeñado como ponente en diversos eventos académicos a nivel nacional e internacional. En la actualidad es dependiente judicial y dirige el cine club de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia.
¡Es innegable!, el país definitivamente cambió de rumbo bajo el gobierno de Uribe. Nadie olvidará la Colombia por el exmandatario de manos de su predecesor, Pastrana. Las negociaciones de paz llevadas a cabo en el periodo 1998-2002 (que terminaron básicamente en 2001) marcaron un trance hacia un abismo en el que el país tocó fondo. Eso, sumado a la crisis económica que estalló en la época, terminó de convertir a Colombia es un lugar poco atractivo para la inversión y sumamente indeseable para el turismo o cualquier actividad. Los resultados, conocidos por todos, fueron desastrosos.
Los desmanes de la guerrilla, la cual buscaba financiación en la extorsión y el narcotráfico, terminaron por visibilizar una práctica vieja: la justicia por mano propia; a fin de cuentas la guerrilla también se organizó de la misma manera, buscando defenderse. Y desde entonces ya no teníamos dos males organizados: un gobierno mediocre y una guerrilla incoherente, se trataba de una tercera organización que se autoproclamó Autodefensas Unidas de Colombia (AUC, desde 1993), la cual tomó mucho del libreto de las famosas CONVIVIR, creadas por el entonces gobernador de Antioquia, Álvaro Uribe.
Y entonces ahora teníamos un grupo que decía defender la lucha social, reivindicar los derechos humanos y los intereses del pueblo, mientras el otro buscaba mantener el "statu quo" a como diera lugar. Las técnicas empleadas eran las mismas: extorsión, narcotráfico, desplazamiento, muerte. La diferencia radicaba en los grafitis que dejaban en cada zona atacada: FARC-EP y AUC. Y a las víctimas les importaba poco o nada la ideología política que defendieran, pues, el idioma era el mismo: sangre.
Y a todas estas, eran más coherentes las AUC, ellas desde un principio buscaban defender los intereses de los grandes terratenientes, y así lo hicieron. Las FARC-EP, por su parte, en medio de la búsqueda de la defensa del pueblo, se fue lanza en ristre contra diversas comunidades, quedando en entredicho su discurso. Y aclaro, no es una defensa a los paramilitares, es una manera satírica de contrastar la misión que se propuso cada organización, para hacer el contraste eterno del por qué la izquierda es tildada de inconsecuente, lo que no implica que la derecha obre de mejor manera. Con ello no se debe absolutizar la generalidad, pues, obviamente hay quienes sí logran cierta coherencia y obran adecuadamente.
El caso es que, después de semejante panorama nacional, los cambios introducidos mejoraron a simple vista las circunstancias. De un momento a otro ya no era tan riesgoso desplazarse por el país, ni invertir. De repente, lo que se percibía era la "Colombia es pasión" que nos metieron por los ojos y la tranquilidad introducida por unos medios de comunicación que, en vez de mostrar los atentados de todos los días, buscaba generar cierto parte de tranquilidad en una sociedad asustada.
Mientras tanto, valiéndose quizás de la famosa máxima de que "en la guerra y en el amor todo se vale", amparándose en una frase que Maquiavelo jamás dijo: "el fin justifica los medios", el gobierno de Uribe se centró en la guerra, tratando de cambiar el entorno del país, en medio de una afrenta personal con las FARC. Y lo logró, el país cambió su cara, no se puede negar, la pregunta es, ¿a qué costo?
Si bien la guerrilla sufrió duros golpes a manos del gobierno Uribe, también es cierto que a su paso quedaron miles de víctimas inocentes que, en su búsqueda desesperada de quitarse de encima a un impostor, la guerrilla, se ganó otro impostor, el Ejército. El escándalo de los falsos positivos, los miles de desplazados y demás víctimas de esta confrontación así lo muestran. La educación, la salud, la seguridad social, las garantías laborales, mejor dicho, los derechos que se ganaron en años de lucha se perdieron en cuestión de ocho años, incluso menos, a manos de un gobierno que se centró exclusivamente en el tema bélico.
¿Fue bueno o malo? Depende de los intereses de donde se mire, de la ponderación que se haga, de los resultados que se busquen, pero sobre todo, depende del tinte humanístico que debe caracterizar a una sociedad. Y esto fue lo que le increparon los boyacenses en días pasados al exmandatario en medio de una confrontación donde le reclamaron el detrimento del agro mientras él se escudaba en frías cifras. ¿Quién tiene la razón? Al final creo que no se trata de un discurso sino de una realidad. Las víctimas son las únicas con autoridad moral para juzgar, los demás somos simples espectadores.