Escrito por:
María Padilla Berrío
Columna: Opinión
e-mail: majipabe@hotmail.com
Twitter: @MaJiPaBe
Estudió economía en la Universidad Nacional de Colombia y actualmente se encuentra terminando sus estudios de Derecho en la Universidad de Antioquia. Nacida en Riohacha, radicada en Medellín. Ha realizado varias investigaciones académicas con la Universidad Nacional y se ha desempeñado como ponente en diversos eventos académicos a nivel nacional e internacional. En la actualidad es dependiente judicial y dirige el cine club de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia.
"No queremos volver", es la frase insignia de la mayoría de Cubanos que logran salir de su tierra, y no porque aborrezcan su Isla, todo lo contrario, la aman como ama cualquier nativo con sentido de pertenencia quiere su pueblo, pero están hartos, no soportan más su realidad y se resignaron, no quieren luchar, la única manera que han encontrado para cambiar su realidad es huir, abandonar su vida, su familia, su realidad… no es fácil pretender luchar contra un Gobierno que, en voz baja, ha cometido los atropellos y barbaries que su antecesor.
Con dolor, muchos cubanos sueñan con un país libre, del cual puedan ir y venir, en el cual puedan conseguir y tener acorde al esfuerzo que estén dispuestos a hacer, pues, 20 dólares al mes es algo tan irrisorio para ser el sueldo de un cubano promedio que, después de sacar la cuenta de cuánto me gasté en la compra de souvenires en una tarde, caí sumida en la depresión al descubrir que boté el sueldo de 6 cubanos en un momentico. Pero bueno, si de contrastes se tratara terminaríamos sumidos en la depresión cada vez que comemos, pensando en aquéllos que no tienen qué comer, o cada vez que disfrutamos de unas vacaciones, pensando en aquellos que son prácticamente esclavos.
No obstante, pese a que es insostenible sentirse mal cada vez que hagamos un contraste de tal magnitud, es inevitable perderse en medio del lamento de los cubanos que, en su inmensa mayoría, tienden a fantasear con la idea de irse, a imaginar cómo será el mundo después de ese océano que los rodea y cómo será la vida después del régimen que se instauró desde 1959.
Y es pertinente la reflexión luego de ver el escándalo que por estos días protagonizan unos cubanos que se aferran, casi que con su propia vida, a permanecer fuera del suelo cubano, a toda costa, y donde sea que terminen, todo con tal de no volver a las garras de un país al que le deben lo que son, pero al que le deben también lo que quisieran ser y no pueden.
La cuestión es simple, resulta que los seres humanos, por más ingentes esfuerzos que hagamos para garantizar la igualdad de trato, no estamos hechos de lo mismo, si así fuera, todos compartiríamos los mismos sueños y empleáramos técnicas similares. Por ello, es difícil entender cómo a alguien se le ocurre que la mejor manera de dirigir un país es encarcelando a sus habitantes, llevando a cuestas tantos muertos: desde los que han fusilado hasta los que se han muerto de pena moral esperando volver a ver a sus familiares exiliados en el extranjero, pasando por los que han quedado en ultramar tratando de escapar y los muchos que murieron de física hambre durante el "periodo especial".
Visto así, entonces, es entendible el "show" que muchos cuestionan de los cubanos que permanecen en el aeropuerto El Dorado desde hace ya días. Es cierto, no es obligación ir por la vida solucionando los problemas de la humanidad, además de las consecuencias que podría acarrear hacernos cargo de ellos, sin embargo, es urgente que se abra un debate serio, profundo y continuo con miras a suavizar una pelea personal entre un dirigente y un imperio, pues, de ello no queda sino el sufrimiento de miles cubanos que siguen sin entender su realidad.
Y sin embargo, muchos cubanos, haciendo gala de su característico humor caribeño, se aferran a la popular frase de "no hay mal que dure cien años ni cuerpo que aguante", la misma que evoca Celia Cruz en un sentido canto que, estoy segura, es la canción con la que más de un cubano despatriado ha llorado en sus momentos de nostalgia Isleña, al menos un cubano me lo confesó en medio de una de sus evocaciones a su Habana.