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Jue, Nov

Pablo Escobar: El héroe y el villano

Columnas de Opinión
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Escrito por:

María Padilla Berrío

María Padilla Berrío

Columna: Opinión

e-mail: majipabe@hotmail.com

Twitter: @MaJiPaBe

Estudió economía en la Universidad Nacional de Colombia y actualmente se encuentra terminando sus estudios de Derecho en la Universidad de Antioquia. Nacida en Riohacha, radicada en Medellín. Ha realizado varias investigaciones académicas con la Universidad Nacional y se ha desempeñado como ponente en diversos eventos académicos a nivel nacional e internacional. En la actualidad es dependiente judicial y dirige el cine club de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia.

No lo viví para contarlo, ni siquiera había nacido cuando la época más intensa del terror se apoderó del país. Casi al final, cuando nací, estaba muy pequeña y lejos del epicentro de los desastres; en conclusión, no puedo hablar como testigo ocular, pero tal vez como testigo de oídas y, como la inquieta por la vida de Pablo Escobar que siempre he sido.

De niña lo escuchaba como un hombre sumamente malvado, desalmado, mordaz, mejor dicho, una persona que reunía las peores características de un ser humano. De otro lado, escuchaba tímidamente quienes se atrevían a exaltarlo, vanagloriarlo y, lo que más impactó, había quienes lo elevaban a santo y le prendían velas pidiendo milagros de todo tipo.

Mi inquietud por la vida de Escobar comenzó ahí, cuando las versiones de unos chocaban con la de los otros y se formaba un torbellino de historias confusas. No era fácil escuchar el discurso de las víctimas y, a la vez, ver vídeos e imágenes de la multitudinaria despedida el día de su muerte, donde la gente se agolpaba para darle el último adiós, en medio de sollozos y aullidos desesperados, gritando al unísono, como quien aclama a un héroe, "Pablo, Pablo, Pablo…"

La imagen que más me ha marcado en el transcurso de todo esto es, justamente, una relacionada con su muerte, aquélla donde los militares y agentes policivos posan con el fusil en la mano, la sonrisa triunfal y la exhibición del cadáver de Pablo Escobar como si fuese un trofeo. Lógicamente la imagen tiene un trasfondo, se trataba del hombre más buscado del mundo entero, aquél que puso en jaque al Gobierno y logró doblegar un país en medio de una ola de terror que dejó más sangre que poder.

La famosa frase que Maquiavelo nunca dijo, "el fin justifica los medios", fue el lema detrás de la persecución a Escobar: Guerrilla, paramilitares, cartel de Cali, cartel de Medellín, Gobierno Nacional, Estados Unidos, etc., se unieron sin importar la delgada línea que separa los grupos ilegales de la institucionalidad, todo con tal de lograr atrapar a Pablo, por algo se ganó el mote de "El Capo".

Y aún así, con todo y eso, todavía la vida y la muerte de Pablo Escobar sigue siendo un mito, a tal punto que hay quienes sostienen que está vivo, otros dicen que efectivamente está muerto pero que él mismo se asestó un disparó antes de ser atrapado, por aquel lema narco famoso de "prefiero una tumba en Colombia que una cárcel en el extranjero". La versión oficial es que los agentes policiales lo mataron en medio de un intercambio de disparos y un intento de escape.

Como quiera que haya sido, está muerto, y detrás de los sentimientos encontrados de cuenta de Pablo Escobar existe una explicación muy sencilla: El Pablo Escobar narco con aspiraciones políticas y ambiciones desbordadas, y el Pablo Escobar sensible con familia, amigos y algo de sentido social. Y claro, todos tenemos varias facetas, no somos los mismos en todos los escenarios ni ante todas las situaciones, el caso fue que tratándose de Pablo, los dos aspectos se resaltaron en él.

Cuando uno encuentra que ayudó a cientos, miles de personas a ir un poco más allá de sus limitaciones económicas; cuando se encuentra frente a barrios, parques, estadios, hospitales donados para el servicio social y la forma tan visceral en la que amaba a su familia hasta, el punto de haber perdido la vida por estar cuidando de su esposa y sus hijos desde la clandestinidad, se pone frente al Pablo héroe que muchos resaltan, y que algunos exageran llevándolo a la santidad.

Pero cuando se coloca frente a las víctimas, el terror y la sangre que por su cuenta se desató, termina encaminado en el discurso del Pablo Escobar temido, odiado, aborrecido, del malvado de todos los tiempos. Y es entendible, no se le puede pedir objetividad a quien fue víctima de Pablo Escobar, ni imparcialidad a un país y unos medios de comunicación que sufrieron el terror y fueron el blanco de Escobar, pero tampoco se le puede exigir a aquéllos que conocieron la mano bondadosa del Capo que lo aborrezcan de la manera que muchos lo hacen.

Así, si bien el dolor irreparable causado por Escobar abrió una grieta en el sentir nacional, si bien el país fue víctima de tan abominable actuar, tendrá que vivir dividido el resto de su vida, aferrados al mítico personaje de grandes amores y odios.