Día a día, vemos como nuestro entorno se vuelve más hostil y las condiciones del planeta se transforman en situaciones caóticas muchas veces agresivas para la supervivencia de la humanidad.
Es el fruto de los pocos años de existencia de la especie Homo sobre la faz de la Tierra y su letal accionar en aras de modificar todo lo existente para colocarlo a su servicio sin medir el costo ecológico-ambiental que ello implica.
Son pocos años comparados con la edad del universo y muchos para su labor de máximo depredador del mismo, contaminando los principales componentes del planeta como el aire, a nivel de atmosfera y de entorno inferior, las aguas superficiales, subterráneas, congeladas, la tierra y sus frutos, convirtiendo bosques y paraísos vegetales en campos yertos y áridos sobre los cuales construye viviendas, vías de transporte, escenarios recreativos y demás, realizando actividades industriales generadoras de CO2 que afectan directamente la capa de ozono que protege al planeta.
La acción de los rayos solares permiten su paso cuasi directo que calienta la superficie terrestre hasta lograr temperaturas tales que cambian el comportamiento natural de los fenómenos atmosféricos que regulan el equilibrio climático terrestre conocidos ahora como El Niño y La Niña; transforman los casquetes polares, antiguas despensas de agua y reguladores naturales de temperatura y niveles de los océanos en amenazas reales con deshielo permanente que incrementa los niveles de los mares, crea los funestos tsunamis, cambia las temperaturas de las grandes corrientes marinas que recorren los océanos generando choques térmicos y de ellos las tormentas tropicales, los huracanes, los tornados, y esto solo es lo que se ve, ya que la ciencia aun no ha podido determinar el impacto que estos cambios generan en los movimientos de reacomodamiento que sufren las placas tectónicas y que generan los maremotos, los terremotos, las emisiones volcánicas, y las apariciones y desapariciones de cuerpos de islas y similares.
Muchas son las organizaciones que luchan en contra del accionar de las mega-industrias generadoras de CO2 ubicadas en su mayoría en los países ricos del planeta, esos mismos que anteponen sus intereses económicos a la conservación del planeta, esos que talan los pulmones boscosos y selváticos que aún nos quedan como la amazonia para comercializar la madera sin tener en cuenta que están afectando la mayor reserva aero-hídrica superficial de la tierra, esos que, como lo Estados Unidos de América se erigen en policías del mundo para unas cosas y, en pleno ejercicio de una malvada doble moral, se niegan a suscribir los tratados internacionales que los obligarían a reducir realmente sus emisiones de CO2 mediante la inversión en sistemas reductores y reguladores del mismo en sus fabricas y procesadoras por razones eminentemente económicas.
Que asesinan a las especies en riesgo para sostener jugosos comercios mundiales ante la demanda que generan los ciudadanos inconscientes de las consecuencias de sus caprichos, esos que contaminan las corrientes de aguas superficiales con desechos sólidos creando verdaderos mares de envases de plásticos no bio-degradables que acaban con las especies marinas y también contaminan las corrientes fluviales y la tierra y sus aguas subterráneas con químicos desechados de sus actividades industriales, creando un universo letal inicialmente a largo plazo, y cada vez, a menor tiempo.
Es hora de pensar en la forma en que podemos contribuir para detener este holocausto próximo.. Ya los hechos hablan por sí solos, miremos a la naturaleza como una aliada que nos da la vida y tratemos de conservas para las generaciones venideras un planeta del que solo utilicemos lo necesario para vivir en pleno ejercicio de un aprovechamiento sostenible de sus recursos, renovables o no.