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Mié, Jun

Cultivos cocaleros: Una tendencia imparable

Editorial
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Las cifras de producción y consumo de drogas ilegales muestran una tendencia imparable, pese a los esfuerzos globales para impedirlo.
Según los datos de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc), casi 250 millones de personas en el mundo consumieron al menos una vez drogas en 2015, de los cuales cerca de 30 millones tienen problemas de adicción a los narcóticos. Se estima que el movimiento económico relacionado con las drogas supera el billón de dólares, alrededor del 1,5% del producto interno bruto (PIB) mundial, del que el 70% se blanquea en el sistema financiero, los paraísos fiscales y otras vías.Las cifras de producción y consumo de drogas ilegales muestran una tendencia imparable, pese a los esfuerzos globales para impedirlo. Según los datos de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc), casi 250 millones de personas en el mundo consumieron al menos una vez drogas en 2015, de los cuales cerca de 30 millones tienen problemas de adicción a los narcóticos.

Se estima que el movimiento económico relacionado con las drogas supera el billón de dólares, alrededor del 1,5% del producto interno bruto (PIB) mundial, del que el 70% se blanquea en el sistema financiero, los paraísos fiscales y otras vías.

Los cultivos de cannabis, opio y coca (los de mayor presencia en el mundo) crecieron en los últimos años, pese a algunas reducciones temporales. En el caso de la coca, su extensión creció un 76% entre 2013 y 2016, especialmente en Colombia, donde el área llegó casi a las 150.000 hectáreas en 2016, siendo el primer productor mundial. Perú y Bolivia también registraron repuntes tras ligeros descensos en los años anteriores.

Las circunstancias en las que se dan estos cultivos muestran características comunes en todo el mundo. Se concentran en zonas rurales aisladas, sin casi presencia del Estado, ausencia de servicios públicos de todo tipo, y que cuentan con cifras elevadas de pobreza y desigualdad, todo lo cual empuja a los pobladores a intentar cualquier actividad económica que les permita sobrevivir. Los cultivos ilícitos, especialmente la coca, ofrecen una respuesta rápida a una situación de abandono y necesidad. Suelen necesitar pocos insumos y escasa asistencia técnica, tienen buena productividad, y cuentan con precios estables y mercados garantizados, lo que los convierte en una opción rápida para los pequeños agricultores pobres.

La combinación de una alta rentabilidad, por la gran demanda mundial, junto con la situación de penuria de las familias rurales que lo cultivan, hace que los intentos por detener y eliminar los cultivos, que ponen énfasis mayoritariamente en la erradicación (voluntaria o forzada) y en la intervención militar o policial, no tengan el éxito deseado.

Al tiempo que crecían los cultivos ilícitos en la región andina, ocupando los titulares, otro fenómeno igualmente grave, y estrechamente asociado, ocurría en algunas zonas de Latinoamérica, pero lejos de los reflectores. El crecimiento de la pobreza rural, tras unos años de reducción, en países como Perú y Ecuador, demuestra que los avances sociales son frágiles y necesitan esfuerzos continuados. Más aún: según un informe reciente del Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural (RIMISP) sobre pobreza, crece la brecha entre los territorios más favorecidos y los más rezagados en las zonas rurales de América Latina.


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